sábado, 16 de julio de 2016

UN MANTO BLANCO

UN MANTO BLANCO

En América, desde la cima del Aconcagua, baja una trémula nube cubriendo con su manto blanco el desencanto de la vida andina, esto mismo sucede en el mundo entero, desde el Everest hasta el Monte Blanco y desde éste hasta el Kilimanjaro.                                                                                                                                                        
Los hombres miedosos de todo, que viven arremolinados en sus faldas, amilanados por la exigente vida, se esconden de ella en los momentos trascendentes, suponiendo que con ello mimetizan la venganza de la dura vida que les tocó vivir.                                                                                                   
Que tremenda ironía es esta ofuscación, porque el que reclama tanto no recibe nada en vida, mientras que el que se apropia de la vida del otro, recibe a cambio todo lo material, quedando de consuelo de este oprobio, que tras el robo,  los culpables pagaran la pena en un más allá, allí donde el hombre pernicioso y mentiroso se enfrenta ante un Dios superpoderoso, el mismo que permite en vida las más crueles injusticias, con la estúpida ilusión de practicar un castigo ejemplar cuando no hay tal.

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