UN MANTO BLANCO
En América, desde la
cima del Aconcagua, baja una trémula nube cubriendo con su manto blanco el
desencanto de la vida andina, esto mismo sucede en el mundo entero, desde el Everest
hasta el Monte Blanco y desde éste hasta el Kilimanjaro.
Los hombres miedosos
de todo, que viven arremolinados en sus faldas, amilanados por la exigente vida,
se esconden de ella en los momentos trascendentes, suponiendo que con ello
mimetizan la venganza de la dura vida que les tocó vivir.
Que tremenda ironía
es esta ofuscación, porque el que reclama tanto no recibe nada en vida,
mientras que el que se apropia de la vida del otro, recibe a cambio todo lo
material, quedando de consuelo de este oprobio, que tras el robo, los culpables pagaran la pena en un más allá,
allí donde el hombre pernicioso y mentiroso se enfrenta ante un Dios
superpoderoso, el mismo que permite en vida las más crueles injusticias, con la
estúpida ilusión de practicar un castigo ejemplar cuando no hay tal.
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