A UNA IDEA SENCILLA DE PATRICIA
Construyo, con
ideas permanentes, pensamientos que convocan palabras extrañas, raras hasta para la mente que las inventa, como la mía.
Me digo entonces, por
momentos, que decir sandeces puede ser como cortar sandias, que luego nadie se
come porque están llenas de pepas amargas, que indigestan hasta al más cerdo de
los mortales.
Luego, concluyo,
que el sabor de la existencia está en la forma de entender los pensamientos,
que nacen de la desesperación de una mente febril, a veces atragantada por
comer de la fuente equivocada, y que eso, no la deja descansar hasta la muerte.
Entonces miro de
soslayo al mundo que me rodea, creo tener con convicción, la razón que
justifica mis actos humanos, los argumentos sin fondo que los escudan se abalanzan como
avalancha sin que por ello deba decir que tenía la razón con ellos.
Estando pensando en
estos pensamientos, es que aparece de repente, en mi mente, la imagen de tu imagen, y
sin propósito distinto, salen de ella más razones que la estúpida avalancha de
argumentos con que mi mente intenta justificar toda la vida, la mía o la
universal.
Es cuando tengo que
aceptar, con infinita humildad, que la razón para aceptar a toda la humanidad, con sus errores y
virtudes, se resume en el instante feliz en que te reconocí como la fuente
eterna de este amor terrenal, aquel que acoge lo elemental como la fuente de la
felicidad total.
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