UN POBRE HOMENAJE A UNA MADRE QUE SE PIERDE EN EL SILENCIO
Afloran muchos
recuerdos, en estos precisos instantes, cuando cansada de vivir pareces estar a
punto de desfallecer y entregarte en los brazos de la muerte; te ves mal aunque
dicen que estas bien, es por esto madre, que en el intercambio de nostalgias que
aparecen en estos momentos tristes y claves, resurgen con ellas los etéreos recuerdos
de cuando el amor de crianza que impartías, sin convicción, era el indicio de
un futuro calmado y provechoso, igual sucedía dentro de las cuatro paredes del
hogar, allí donde las compañías de las hermanas y hermanos crecían dejando a
veces recelos por no ser amistosas ni cariñosos, pero entonces las esperanzas de
nuevas aventuras y mejores relaciones jalonaban sin mesura las acciones que hoy
nos hacen lo que somos. Por eso, con tu muerte, se avecina el final de
un intercambio que parecía eterno, el de los recuerdos de los momentos felices
contra la sensación de vacío y tristeza que producen las heridas de la vida, y sin
el amor comprensivo que nos depara la presencia constante de una madre, es por este
confuso sentimiento que, como en la búsqueda permanente de la fuente de la
felicidad eterna, buscamos con ahínco el amor eterno en el silencio que nos dejan
las partidas de los seres queridos.
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