SENTADO EN EL PATÍBULO, QUE ES LA NADA
Estaba sentado en el
patíbulo, esperando la última función de mi vida hacia la muerte, y ubicado a
escasos metros de la axila de Nostradamus, cuando alcance a divisar un tumulto
de versiones que se evocan con el tiempo, que se dan al repasar en la vida como
suceden las cosas entre humanos. Muchos
dicen que ahora la historia es el reflejo del pasado, cuando antes era el
camino de un presente sin futuro, así en ella se añoren los errores involuntarios
y se recuerden los momentos manchados por el mañana soñado y jamás concretado,
pero lo cierto es que en ella vemos un destello rutilante de un país que se muestra
como una gran potencia, la nación que hoy gobierna el desgobierno, es la misma
que se deshace en tres décadas seguidas, convirtiendo en triunvirato el reino
de lo falso. Por eso, en esta pantomima, de un lado van los
puros blancos, como creyentes convencidos de las enseñanzas que pregonan una
supremacía impura como lo es lo blanco, aun sabiendo que sostienen una mentira
gigantesca, como lo es que de verdad son
mezclas de matices y de razas; entre
tanto, en el medio están los negros, arrogantes con sus silencios compungidos,
ya que siempre se han creído rechazados y humillados; y en el otro extremo van los
desteñidos, sean estos latinos u orientales, convirtiéndose en estandartes de la suerte, que confunden con sus colores a la muerte. Con todo este crisol
de colores y de razas se confirma que el futuro de la tierra es la rapiña,
grandes ciudades se destrozan mientras los humanos transitan los caminos que
terminan en las vías de hecho, que es el trecho que se expande entre el querer
ser y no ser nada.
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