domingo, 26 de junio de 2016

NO HAY MAL QUE DURE CIEN AÑOS, EN NINGÚN LUGAR CON MIEDO, NI CUERPO QUE LO RESISTA EN EL MUNDO DE LOS VIVOS.



NO HAY MAL QUE DURE CIEN AÑOS, EN NINGÚN LUGAR CON MIEDO,      NI CUERPO QUE LO RESISTA EN EL MUNDO DE LOS VIVOS.

Por: Obdulio del Valle


El siguiente relato se lo escuché alguna vez a mi abuela  cuando yo era un niño,  recuerdo que cuando lo  narró lo hizo parecer  más a  un cuento, como si fuera una suposición, un invento, algo irreal, pero que al escucharlo, no dejaba uno de hacerse la pregunta si ese hipotético lugar era o no era real, pues en un momento dado del relato se llegaba a pensar que se refería a una etapa de la historia de alguna región de mi país, que en el caso específico mío podría ser Colombia o cualquiera de los países vecinos.                                                                                      Sin embargo, varios años después quise preguntarle si ese relato fue cierto y que donde había ocurrido, pues no sé por qué diablos me dio por suponer que podía ser  verdad, pero resultó  que  mi abuela se murió en ese preciso momento y ya no estaba para que lo confirmara o lo negara; de todas maneras lo contaba así:
“Hace muchos años, tantos que el tiempo se olvidó de contarlos, existió un lugar en donde las personas que allí vivían, a costa de padecer mucho sufrimiento físico y mental, se volvieron temerosas de todo cuanto sucedía a su alrededor, se volvieron insensibles al dolor ajeno y con ello poco a poco al propio,  así, con el paso de los años, generación tras generación fueron creando una costra de indiferencia a todo lo que sucediera en el ambiente donde reinaba el miedo y la zozobra.
Era tanto el miedo que sentían que toda la esencia de las cosas y los sentidos de las mismas se fueron transformando a tal extremo,  que así fue como las mentiras de tanto decirlas se fueron transformando en verdades y a la gente le daba miedo refutarlas o señalar donde estaba la fuente de esa mentira, así lo supieran.                                                                                                 Por miedo la gente dejo de creer en la otra gente,  creían sentir en los otros a un enemigo, pensaban permanentemente que los otros los querían engañar o los querían dañar.                                                                                        El miedo se enseñoreo de todo el mundo en aquel extraño y remoto lugar, era tanto pero tanto el miedo de la gente que no creían que la autoridad que existía fuera autoridad, la veían más como delincuentes maquinando a favor de grupos o de elites,  no creían que el gobernante de turno fuera el gobernante de la gente sino la ficha de algún movimiento o de algún clan de mafiosos, que el militar no era el militar para el cuidado del ciudadano sino para el beneficio del corrupto, ni que el cura fuera el cura en defensa de los principios de la religión imperante  o que el alcalde fuera el alcalde en representación de la comunidad, esto basado o comparado en la concepción general que la gente tiene de lo que son las funciones de las cosas, como son en la normalidad en cualquier lugar donde esta sea que la verdad es verdad y la mentira es mentira, en fin, que en estas circunstancias nadie en  verdad era lo que era, se habían transmutado en esos seres ambiguos, melindrosos y sin conciencia que siempre estaban pensando que podían ser poca cosa.
Sentían tanto miedo que ya las personas no salían de sus casas, todo el mundo permanecía escondido, encuevado, enterrado, solapado, soterrados en sus mentiras para que la cruda realidad pudiera ser diferente, pero ni así, el miedo fue superando las ansias de una vida libre y distinta, fue tanto el extremismo de la situación que la gente empezó a morirse de miedo ante todo, ante cualquier cosa, ya fuera esta importante o insignificante,  a morir de hambre porque les daba miedo ir a buscar la comida, a morir de sed porque les daba miedo ir a buscar el agua, llegó a ser tan tremenda la sensación de miedo en aquel lugar que la gente le cogió miedo al mismo Dios pues pensaban que él tenía que estar detrás de todo lo que les pasaba, era tanta la angustia y el desespero que no imaginaban o no suponían que fueran seres humanos los malos o los torcidos; ante el panorama que vivían sentían que tenía que ser el mismísimo Dios el que estaba en contra de ellos.
El tiempo con su devenir implacable seguía imparable en aquel lugar, con cada segundo que pasaba se llevaba la vida de alguien injustamente, se llevaba las ilusiones generales, los sueños, las esperanzas, los deseos de todos de una vida mejor.
Nadie hacía nada por cambiar las cosas, el miedo los tenia petrificados en cuerpo y alma y esta realidad parecía que iba a ser así por siempre, pues el tiempo pasaba y con él se acumulaban los años viviendo de la misma manera, la sensación de perpetuidad en la triste realidad amarraba a aquel que tenia deseos de cambio.
Sin embargo la situación comenzó a cambiar cierto día en algún lugar de ese lugar, cuando apareció una persona, era una persona tan normal como cualquiera de nosotros, como tú o como yo, que hastiado de sentir tanto miedo, le dio por imaginar qué pasaría si dejaba de sentir miedo.                                                                                            Y resulto que al dejar de sentirlo, lo primero que descubrió fue que detrás de ese miedo general estaban personas, personas de carne y hueso, personas que como él y como otros se habían decidido a dejar de sentir miedo pero con intenciones distintas a las de la gran mayoría, ellos habían dejado de sentir miedo pero para hacerle sentir miedo a los demás, habían tomado el riesgo de dejar de sentir miedo pero para crearle miedo a los otros.
Orlando, así se llamaba el personaje central de este relato,  empezó a darse cuenta de muchas cosas que los otros por el miedo no notaban.  Lo primero que vio fue que no eran todos los malos o los mentirosos, que la mayoría al igual que él, por no enfrentarse a la realidad del miedo creado por otros, terminaban encerrándose y dejando que los hechos quedaran en manos de esos cuantos, que al descubrir el miedo de la mayoría habían optado por subyugarlos.
Notó de entrada que la verdad seguía siendo verdad sin importar que la mentira que imperaba solo les sirviera a los intereses de personajes malos que así lo querían.  La mayoría, al igual que él, escondidos, preferían vivir indignamente que tener que enfrentar la mentira y de pronto morir por ello.
Al darse cuenta de todo esto, Orlando empezó a comentarlo primero con su familia, luego fue con sus amigos, después lo hizo con los conocidos, comenzó a hablar de esto y de aquello con los vecinos, al comienzo la mayoría lo evitaba, por miedo no decían nada o aparentaban no oírlo ni pararle bolas como dicen en la calle pues pensaban que si lo hacían harían parte del problema general y no de la solución para o de cada quien, que era estar simplemente vivos sin importar el cómo.
Orlando empezó a insistir todos los días, les repetía a cada momento las verdades que él veía y que los demás seguían creyendo que eran mentiras…
-         ¡¿Si supieron porque no llegaba la mercancía al pueblo...?¡, pues porque unos policías bandidos habían colocado un retén en el camino al puerto y se quedaban con las cosas, no era como decía el director de la policía, que las cosas no llegaban porque no las pedíamos, se resolvió luego que varios comerciantes se unieron y se quejaron ante la autoridad superior de la superior del pueblo, ésta no tuvo más opción que actuar y logro detener a los culpables, eran unos malos policías no una maldición contra el pueblo como lo pregonó el cura…¡.
Decía estas y muchas otras cosas, los que lo escuchaban parecían no querer prestarle atención y solo atinaban a pensar que iban a matarlo por ser tan bocón, o que si tanto hablaba o se quejaba debía ser porque quería parte del negocio, de todas maneras él continuaba con sus comentarios y certezas.
-         ¡¿Si se enteraron...?¡, los dos muertos que aparecieron flotando en el rio y con los rostros irreconocibles, no fue que los mató una fiera o un fantasma, no señores, eran los hermanos  González, los mató el vecino, don Israel, hermano del presidente del concejo, dizque por quedarse con sus tierras…¡.
Volvía e insistía, seguía mirando lo que los otros no querían ver, se seguía enterando de asuntos que los demás querían ignorar o no se atrevían a enfrentar.
-         ¡¿Se dieron cuenta...?!, los animales que se le morían a doña Leticia, no era porque estuvieran enfermos o malditos como comentaban los demás, o como resaltaba el cura, que se le morían porque alguna culpa debía. No señores.!, se morían porque don Pedro, el hermano del Inspector, se las envenenaba pues como la pretendía y ella lo ignoraba y lo rechazaba, él comenzó a presionarla y a intimidarla para lograr doblegarla….
Así,  todos los días parecía la conciencia de la sociedad ciega en que sobrevivía, o pretendía ser los ojos de la misma. 
 Sin embargo, sin proponérselo, con ello fue logrando que otros empezaran a mirar lo que parecía invisible, logro que muchos se empezaran a atrever a decir las cosas y a comentarlas…
-         Sí, Orlando, fueron el alcalde con el Inspector de policía los que me quitaron las dos novillas dizque porque yo se las había comprado a un precio irrisorio al señor Fermín. Que día estaba yo en el bosque junto a mi tierrita cuando los vi que montaron las reses a una barca y se las llevaron por el rio, al otro día, cuando mande a mi hijo a poner el denuncio y ellos vinieron a revisar, dijeron que el rio había crecido tanto que se las había llevado, que se habían caído y ahogado. Yo no quise decir nada para no meterme en problemas…
-         Es verdad, Orlando, yo sé que mi hermano es gay y ha estado saliendo con el cura, lo he visto llorar por él, además los he visto estar juntos pero no en confesión, sé que se quieren así el cura diga en público otras cosas, así aparente otras cosas….
Las personas poco a poco se fueron atreviendo a decir lo que veían, el miedo en que vivían se fue superando, la sensación de poder arriesgarse fue motivando cada día a más personas a hablar, sin importar que tanto afectara esto a los delincuentes, sin colegir la reacción de estos a esta nueva situación.
De repente y sin previo aviso el trágico día que todo el mundo esperaba apareció, el miedo volvió a invadir las emociones y sentimientos de la gente de ese lugar, cuando se enteraron que Orlando había sido asesinado el poco impulso que la verdad había ido ganando se detuvo en seco, el silencio cubrió de mutismo todo aquello que se quería escuchar, la oscuridad inundo a la claridad de nuevo, el desengaño doblego la poca confianza que se había logrado generar, la seguridad se escondió nuevamente en el más profundo abismo de la mente y la razón colectiva, pues quien más iba a ser el osado tonto que saldría a la palestra a decir “aquí estoy yo que sin miedo a lo que me pase soy capaz de decir lo que los demás callan..¡”
Cuando mi abuela llego a este punto del relato, creí hacia mis adentros que la historia era igual al continuo devenir de mi país,   pero solo fue un instante, porque luego cuando continuó supe distinguir que la historia había sucedió en otra parte muy distinta….
-         Cuando la noticia del asesinato de Orlando permeó toda la conciencia general de la sociedad de ese pueblo, se generó inmediatamente una reacción en cadena colectiva, sin que nadie convocara a nadie fueron saliendo varias personas a recoger la posta, la gente empezó a salir a las calles a respaldarlos, iban en un silencio más pesado que una montaña, era tanta la indignación que las palabras no se necesitaron para expresar lo que se estaba sintiendo, sin que nadie lo solicitara o lo exigiera esta reacción conjunta les creo tanto miedo a los delincuentes que calladamente, en un silencio sepulcral fueron saliendo de sus ratoneras, huyendo en desbandada, eso sí llevándose consigo las riquezas no reclamadas y dejándole a la gente la conciencia, la moral y la ética mancillada mas no desterrada, muy por el contrario, a raíz de todo esto volvió a crecer en aquel lugar  la sencilla convicción que era preferible ser digno de estar vivo por el esfuerzo de buscar la felicidad en este mundo, que tener que esconderse por miedo a asumir la responsabilidad general y colectiva, y con ello dejarle  el camino libre a los que osan tomar la innoble manera de vivir como rémoras y parásitos de una sociedad conformada por eternos individuos inocentes, que por eternos egoístas e ignorantes terminan convirtiéndose en  eternos  perdedores por melindrosos y cobardes de asumir el papel del hombre común y no ser a imagen y semejanza del Dios que los tortura”.


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