viernes, 24 de junio de 2016

OTEANDO DESDE LA CUEVA

OTEANDO DESDE LA CUEVA

En el fondo del mundo, donde me encuentro oculto, se escuchan todas las voces de los que se creen mudos.                                                                                                    

Esto es debido a que muchos silencios no requieren ruido, es bien sabido que muchas imágenes tienen más sentido que las palabras huecas que señalan los huecos donde terminan los cuerpos molidos de los que quisieron ser oídos.                                                                                                                                               Por eso, fuera de la cueva en donde me intento esconder del reflejo inhumano que me quema la piel, se ven las cavernas que el mismo ser humano ha ido construyendo para su propio fin, también se divisan unas infinitas líneas que se conectan unas con otras, compuestas por puntos finitos que no son nada distinto que seres humanos, que se mueven lento y de manera lerda para que cualquiera en este engaño los pueda seguir.                                                                                                                                   Mientras tanto, desde esta cornisa, también se otea como artistas comprados por el mercado, mercenarios de la gloria personal y esquiroles de la alegría general, esculpiendo con cinceles de oro, han ido creando las estatuas rotas que proclaman a otros como los genios de la creación cuando han sido estos los mismos que nos han llevado hasta la actual perdición; que no es otra que esta vida dirigida por el egoísmo hacia la riqueza individual, la ambición personal y el odio al otro, de esta aun cruda evolución.                                                                                                              

 Aunque sé que es un imposible, locura utópica de un sueño raro, pero espero que de esta caustica aleación: riqueza, ambición y odio, salga la nueva solución que nos convenza como humanos que el verdadero camino a seguir es cerrar esas cavernas, físicas y mentales, que nos tienen condenados a sostener las mismas rutas y caminos que nos han mantenido atados al caos y al borde del próximo fin.



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