NO HAY MAL QUE
DURE CIEN AÑOS, EN NINGÚN LUGAR CON MIEDO, NI CUERPO QUE LO RESISTA EN EL MUNDO DE
LOS VIVOS.
Por: Obdulio del Valle
El siguiente relato se lo escuché alguna vez a mi
abuela cuando yo era un niño, recuerdo que cuando lo narró lo hizo parecer más a un cuento, como si fuera una suposición, un
invento, algo irreal, pero que al escucharlo, no dejaba uno de hacerse la
pregunta si ese hipotético lugar era o no era real, pues en un momento dado del
relato se llegaba a pensar que se refería a una etapa de la historia de alguna
región de mi país, que en el caso específico mío podría ser Colombia o
cualquiera de los países vecinos. Sin
embargo, varios años después quise preguntarle si ese relato fue cierto y que
donde había ocurrido, pues no sé por qué diablos me dio por suponer que podía
ser verdad, pero resultó que mi
abuela se murió en ese preciso momento y ya no estaba para que lo confirmara o
lo negara; de todas maneras lo contaba así:
“Hace muchos años, tantos que el tiempo se olvidó de
contarlos, existió un lugar en donde las personas que allí vivían, a costa de
padecer mucho sufrimiento físico y mental, se volvieron temerosas de todo
cuanto sucedía a su alrededor, se volvieron insensibles al dolor ajeno y con
ello poco a poco al propio, así, con el
paso de los años, generación tras generación fueron creando una costra de
indiferencia a todo lo que sucediera en el ambiente donde reinaba el miedo y la
zozobra.
Era tanto el miedo que sentían que toda la esencia de las
cosas y los sentidos de las mismas se fueron transformando a tal extremo, que así fue como las mentiras de tanto
decirlas se fueron transformando en verdades y a la gente le daba miedo
refutarlas o señalar donde estaba la fuente de esa mentira, así lo supieran. Por
miedo la gente dejo de creer en la otra gente,
creían sentir en los otros a un enemigo, pensaban permanentemente que
los otros los querían engañar o los querían dañar. El miedo se enseñoreo de todo el mundo en
aquel extraño y remoto lugar, era tanto pero tanto el miedo de la gente que no
creían que la autoridad que existía fuera autoridad, la veían más como
delincuentes maquinando a favor de grupos o de elites, no creían que el gobernante de turno fuera el
gobernante de la gente sino la ficha de algún movimiento o de algún clan de mafiosos,
que el militar no era el militar para el cuidado del ciudadano sino para el
beneficio del corrupto, ni que el cura fuera el cura en defensa de los
principios de la religión imperante o
que el alcalde fuera el alcalde en representación de la comunidad, esto basado
o comparado en la concepción general que la gente tiene de lo que son las funciones
de las cosas, como son en la normalidad en cualquier lugar donde esta sea que
la verdad es verdad y la mentira es mentira, en fin, que en estas
circunstancias nadie en verdad era lo
que era, se habían transmutado en esos seres ambiguos, melindrosos y sin
conciencia que siempre estaban pensando que podían ser poca cosa.
Sentían tanto miedo que ya las personas no salían de sus
casas, todo el mundo permanecía escondido, encuevado, enterrado, solapado,
soterrados en sus mentiras para que la cruda realidad pudiera ser diferente,
pero ni así, el miedo fue superando las ansias de una vida libre y distinta,
fue tanto el extremismo de la situación que la gente empezó a morirse de miedo
ante todo, ante cualquier cosa, ya fuera esta importante o insignificante, a morir de hambre porque les daba miedo ir a
buscar la comida, a morir de sed porque les daba miedo ir a buscar el agua,
llegó a ser tan tremenda la sensación de miedo en aquel lugar que la gente le
cogió miedo al mismo Dios pues pensaban que él tenía que estar detrás de todo
lo que les pasaba, era tanta la angustia y el desespero que no imaginaban o no suponían
que fueran seres humanos los malos o los torcidos; ante el panorama que vivían
sentían que tenía que ser el mismísimo Dios el que estaba en contra de ellos.
El tiempo con su devenir implacable seguía imparable en
aquel lugar, con cada segundo que pasaba se llevaba la vida de alguien
injustamente, se llevaba las ilusiones generales, los sueños, las esperanzas,
los deseos de todos de una vida mejor.
Nadie hacía nada por cambiar las cosas, el miedo los
tenia petrificados en cuerpo y alma y esta realidad parecía que iba a ser así
por siempre, pues el tiempo pasaba y con él se acumulaban los años viviendo de
la misma manera, la sensación de perpetuidad en la triste realidad amarraba a
aquel que tenia deseos de cambio.
Sin embargo la situación comenzó a cambiar cierto día en
algún lugar de ese lugar, cuando apareció una persona, era una persona tan
normal como cualquiera de nosotros, como tú o como yo, que hastiado de sentir
tanto miedo, le dio por imaginar qué pasaría si dejaba de sentir miedo. Y
resulto que al dejar de sentirlo, lo primero que descubrió fue que detrás de
ese miedo general estaban personas, personas de carne y hueso, personas que
como él y como otros se habían decidido a dejar de sentir miedo pero con
intenciones distintas a las de la gran mayoría, ellos habían dejado de sentir
miedo pero para hacerle sentir miedo a los demás, habían tomado el riesgo de
dejar de sentir miedo pero para crearle miedo a los otros.
Orlando, así se llamaba el personaje central de este relato, empezó a darse cuenta de muchas cosas que los
otros por el miedo no notaban. Lo
primero que vio fue que no eran todos los malos o los mentirosos, que la
mayoría al igual que él, por no enfrentarse a la realidad del miedo creado por
otros, terminaban encerrándose y dejando que los hechos quedaran en manos de
esos cuantos, que al descubrir el miedo de la mayoría habían optado por
subyugarlos.
Notó de entrada que la verdad seguía siendo verdad sin
importar que la mentira que imperaba solo les sirviera a los intereses de
personajes malos que así lo querían. La
mayoría, al igual que él, escondidos, preferían vivir indignamente que tener
que enfrentar la mentira y de pronto morir por ello.
Al darse cuenta de todo esto, Orlando empezó a comentarlo
primero con su familia, luego fue con sus amigos, después lo hizo con los
conocidos, comenzó a hablar de esto y de aquello con los vecinos, al comienzo
la mayoría lo evitaba, por miedo no decían nada o aparentaban no oírlo ni
pararle bolas como dicen en la calle pues pensaban que si lo hacían harían
parte del problema general y no de la solución para o de cada quien, que era
estar simplemente vivos sin importar el cómo.
Orlando empezó a insistir todos los días, les repetía a
cada momento las verdades que él veía y que los demás seguían creyendo que eran
mentiras…
-
¡¿Si supieron porque no llegaba la
mercancía al pueblo...?¡, pues porque unos policías bandidos habían colocado un
retén en el camino al puerto y se quedaban con las cosas, no era como decía el
director de la policía, que las cosas no llegaban porque no las pedíamos, se
resolvió luego que varios comerciantes se unieron y se quejaron ante la
autoridad superior de la superior del pueblo, ésta no tuvo más opción que
actuar y logro detener a los culpables, eran unos malos policías no una
maldición contra el pueblo como lo pregonó el cura…¡.
Decía estas y muchas otras cosas, los que lo escuchaban
parecían no querer prestarle atención y solo atinaban a pensar que iban a
matarlo por ser tan bocón, o que si tanto hablaba o se quejaba debía ser porque
quería parte del negocio, de todas maneras él continuaba con sus comentarios y
certezas.
-
¡¿Si se enteraron...?¡, los dos muertos
que aparecieron flotando en el rio y con los rostros irreconocibles, no fue que
los mató una fiera o un fantasma, no señores, eran los hermanos González, los mató el vecino, don Israel,
hermano del presidente del concejo, dizque por quedarse con sus tierras…¡.
Volvía e insistía, seguía mirando lo que los otros no
querían ver, se seguía enterando de asuntos que los demás querían ignorar o no
se atrevían a enfrentar.
-
¡¿Se dieron cuenta...?!, los animales
que se le morían a doña Leticia, no era porque estuvieran enfermos o malditos
como comentaban los demás, o como resaltaba el cura, que se le morían porque
alguna culpa debía. No señores.!, se morían porque don Pedro, el hermano del
Inspector, se las envenenaba pues como la pretendía y ella lo ignoraba y lo
rechazaba, él comenzó a presionarla y a intimidarla para lograr doblegarla….
Así, todos los
días parecía la conciencia de la sociedad ciega en que sobrevivía, o pretendía
ser los ojos de la misma.
Sin embargo, sin proponérselo,
con ello fue logrando que otros empezaran a mirar lo que parecía invisible,
logro que muchos se empezaran a atrever a decir las cosas y a comentarlas…
-
Sí, Orlando, fueron el alcalde con el
Inspector de policía los que me quitaron las dos novillas dizque porque yo se
las había comprado a un precio irrisorio al señor Fermín. Que día estaba yo en
el bosque junto a mi tierrita cuando los vi que montaron las reses a una barca
y se las llevaron por el rio, al otro día, cuando mande a mi hijo a poner el
denuncio y ellos vinieron a revisar, dijeron que el rio había crecido tanto que
se las había llevado, que se habían caído y ahogado. Yo no quise decir nada
para no meterme en problemas…
-
Es verdad, Orlando, yo sé que mi hermano
es gay y ha estado saliendo con el cura, lo he visto llorar por él, además los
he visto estar juntos pero no en confesión, sé que se quieren así el cura diga
en público otras cosas, así aparente otras cosas….
Las personas poco a poco se fueron atreviendo a decir lo
que veían, el miedo en que vivían se fue superando, la sensación de poder arriesgarse
fue motivando cada día a más personas a hablar, sin importar que tanto afectara
esto a los delincuentes, sin colegir la reacción de estos a esta nueva
situación.
De repente y sin previo aviso el trágico día que todo el
mundo esperaba apareció, el miedo volvió a invadir las emociones y sentimientos
de la gente de ese lugar, cuando se enteraron que Orlando había sido asesinado
el poco impulso que la verdad había ido ganando se detuvo en seco, el silencio
cubrió de mutismo todo aquello que se quería escuchar, la oscuridad inundo a la
claridad de nuevo, el desengaño doblego la poca confianza que se había logrado
generar, la seguridad se escondió nuevamente en el más profundo abismo de la
mente y la razón colectiva, pues quien más iba a ser el osado tonto que saldría
a la palestra a decir “aquí estoy yo que sin miedo a lo que me pase soy capaz
de decir lo que los demás callan..¡”
Cuando mi abuela llego a este punto del relato, creí
hacia mis adentros que la historia era igual al continuo devenir de mi país, pero solo fue un instante, porque luego
cuando continuó supe distinguir que la historia había sucedió en otra parte muy
distinta….
-
Cuando la noticia del asesinato de
Orlando permeó toda la conciencia general de la sociedad de ese pueblo, se generó
inmediatamente una reacción en cadena colectiva, sin que nadie convocara a
nadie fueron saliendo varias personas a recoger la posta, la gente empezó a
salir a las calles a respaldarlos, iban en un silencio más pesado que una
montaña, era tanta la indignación que las palabras no se necesitaron para
expresar lo que se estaba sintiendo, sin que nadie lo solicitara o lo exigiera
esta reacción conjunta les creo tanto miedo a los delincuentes que
calladamente, en un silencio sepulcral fueron saliendo de sus ratoneras, huyendo
en desbandada, eso sí llevándose consigo las riquezas no reclamadas y dejándole
a la gente la conciencia, la moral y la ética mancillada mas no desterrada, muy
por el contrario, a raíz de todo esto volvió a crecer en aquel lugar la sencilla convicción que era preferible ser
digno de estar vivo por el esfuerzo de buscar la felicidad en este mundo, que tener
que esconderse por miedo a asumir la responsabilidad general y colectiva, y con
ello dejarle el camino libre a los que
osan tomar la innoble manera de vivir como rémoras y parásitos de una sociedad
conformada por eternos individuos inocentes, que por eternos egoístas e ignorantes
terminan convirtiéndose en eternos perdedores por melindrosos y cobardes de
asumir el papel del hombre común y no ser a imagen y semejanza del Dios que los
tortura”.
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