domingo, 11 de septiembre de 2016

PEQUEÑOS ERRORES

PEQUEÑOS ERRORES

Un día cualquiera conocí a un extraño ser, que con una inmensa sonrisa desarmaba la intención rabiosa y violenta de cualquiera.

Aquel espíritu burlón se alegró un día, pues conoció a una hermosa mujer; concibió que en la imagen de esa mujer estaba la paz que con ahincó buscaba.

La llamó y ella se acercó, la toco y ella le correspondió, se besaron y todo culminó en el acto máximo de amor, revolcándose en las sabanas de un mundo libidinoso y crudo, razón de sentimientos, principios eternos de muchos conceptos, donde el hombre escampa a su mundano devenir.

El sopor, después de tantas emociones, los desbordó; impregnó los impulsos internos donde ambos, cansados, amados, amodorrados, se fundieron en un vasto abrazo, para luego despertar y en ello comprender que entre los dos no había más razón de estar juntos que aquella emoción desbocada, la que la noche anterior los había unido en esta loca pasión de los sentidos.

Después todo volvió a ser lo mismo que antes, se despidieron con un beso en la mejilla y con la promesa falsa de volverse a encontrar de nuevo algún día, aunque ambos, en el fondo, comprendían que ese día nunca llegaría a suceder, todo había sido cuestión de tragos, una momentánea locura, quizás todo esto ocurrió, como dicen por ahí, porque el estrés algunas veces nos hace descarriar cuando nos vence la rutina.





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