lunes, 12 de septiembre de 2016

OVILLOS DE RECUERDOS

OVILLOS DE RECUERDOS

De las cenizas de los recuerdos, para bien o para mal, nacen sentimientos que se van fundiendo en las ideas y pensamientos de los humanos.                                                                                                                 
Lo que ya fue clama por volver a ser, lo que no ha sido pide a gritos ser parte de nuestros destinos, y así, entre la tensión de la emoción de ser y no ser nada, giran las vidas de los hombres y mujeres en esta tierra destruida.                                                                                                                                  
El tiempo, que es la esencia de los dioses, que inventamos para ampararnos del vacío de la muerte, o subyugarnos y aterrarnos en los fragores de la vida, es implacable con todos, no se detiene por un segundo terrenal, ni siquiera para pensar, y quien quiera recordar a alguien que ya haya existido, debe detener su mundo, para en él, por ese instante, de su parte, brindar su propio homenaje, para así seguir una tradición y no exponerse a correr el riesgo de no existir en los sentimientos ni en los pensamientos de nadie.                                                                                                                                 
Porque los recuerdos de los que han partido no terminan ni cuando hayamos muerto, ya que aquí, en los instantes de gloriosa vida, con garabatos, como este escrito, los demás intentamos mantener la estela de los recuerdos de aquellos predecesores que ayudaron a hilar estos recuerdos nuestros.






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