LA SILUETA DE UN ÁRBOL COMO SEÑAL
En esta Tierra indómita, que viene siendo atacada con cada arada
y rastrillada de los nuevos campos productivos, arrasada y destruida así por siglos; con los
humanos sobre ella creyéndose sus dueños, locos de hambre por la riqueza
personal y el éxito individual, confundiendo los principios de la buena vida con
los lujos desmedidos de las rentabilidades licenciosas, de los brillos
refulgentes de metales y de joyas como las señales a seguir en una noche oscura,
sin notar que se alza un árbol seco y solitario en el horizonte de este mundo
derruido, intentando plasmar, con su figura triste y lamentable, los efectos de
este lucro desproporcionado, exagerado y desmadrado, el de unas minorías sobre
las espaldas de las mayorías.
Surgen, mientras tanto, millones de esperpentos de huecos en
el suelo, organismos que buscan el consuelo en el veneno del dinero, parecen
humanos en etapas terminales, que descaspan, una a una, las células de una coraza
gelatinosa y mal oliente, que es la piel disuelta de la Tierra en las
sustancias predilectas del hombre moderno y exitoso, como una gaseosa Coca-Cola,
por ejemplo, un gramo de heroína, un galón de aceite o gasolina, el mejor
computador, el ultimo celular o del único ejemplar de un Ferrari portentoso; hemos
aprendido así a cambiar la vida real por el sueño ideal, sin percatarnos que en
ese intento intercambiamos, por el capricho de unos pocos, el destino general de
todos los demás.
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