viernes, 30 de septiembre de 2016

LAS FLORES DE UNA PESADILLA

LAS FLORES DE UNA PESADILLA


La hipocresía que está rampante, ya no es aquella tenue flor de un solo día, hoy es el motor con el que trabajamos nuestras vidas.                                                                                                                                                                     El reconocer la verdad, como la razón de ser o existir, se ha convertido en el mayor dilema de entender para cualquiera, porque los que con la verdad lleguen como estandarte están expuestos a perder, desde la vida hasta el corazón, sin atenuantes, pues al no ser capaces de vislumbrar, o comprender, que ella ya no es importante, le están dando las armas a los contrincantes, que son aquellos seres que utilizan la mentira como el principal argumento de sus vidas, y así dejan en manos de aquellos que hagan con ellos lo que les venga en gana.                                                                                                                                                 
 Dicen que la humanidad hoy vive más y es más segura que nunca, y que también hoy somos más felices que esas perdices de antes, cuando existían, que matábamos por millones en los bordes de los bosques y cañaverales, y que ahora solo conocemos en películas o en fotografías.                                                                                                                                                            
Esas tierras salvajes, aquellas que antes eran de todos, eriales o baldíos, ya hoy tienen dueños, y en ellas, la vida se debate entre el valor y la razón de ser de cada quien, esperando el momento preciso, antes del fin, que la ilusión de vivir sea el sueño perdido de todos, pues en estos confines del universo, donde aún se baten en duelo miles de dioses, sean estos falsos o verdaderos, estos están empeñados en conducirnos, sin afán, a los miles de funerales diarios, donde vemos desaparecer a las demás especies, aquellas que desaparecen al mismo ritmo con que nosotros evolucionamos a lo que somos hoy, mercaderes de la vida, razón para tenerlos como meras mercancías, esperando al mejor postor, así nos cueste a todos la esperanza y la vida.


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