domingo, 21 de agosto de 2016

UNA CONFESIÓN DE UN SECRETO MORTAL

UNA CONFESIÓN DE UN SECRETO MORTAL

Ahora de adulto, llegando a viejo, debo confesar un pecado mortal, el que cometí siendo joven, cuando buscaba con ansias la riqueza material, que es el primer mandamiento del éxito personal y de la gloria individual, pilar fundamental de la familia moderna, instrumento con el que hemos desmenuzado con prisa los cimientos de la familia verdadera, la que se sustentaba en la fuerza general y en la alegría del amor no pedido; pero debo y quiero aclarar primero que esto que confieso no lo exhibo como mi defensa, ni de argumento para mitigar la ofensa, tampoco el hecho de que trabajaba como un loco, para otros, cumpliendo órdenes por más absurdas que estas fueran.                                                                                                                                                              
Pero si quiero señalar, en este cruel suceso, una injerencia, la de la obediencia ciega como el fundamento principal de este asesinato, de este pecado mortal que les quiero confesar; o pueda ser también quizás, que hoy lo quiera confesar porque ya está cerca mi partida de este mundo y que no quiero ni deseo llevarme este secreto hacia el otro mundo, al universo de la nada, donde todo acaba, tanto la verdad como la mentira.                                                                                                                                                                           
Y fue en Colombia donde lo cometí, en los Llanos Orientales donde todo sucedió, allá fue donde llegué, cuando me contrataron buscando al tonto que hiciera ese trabajo, o cuando yo los encontré como oportunidad laboral, no lo sé, pero da lo mismo, el asunto fue que me presté, que fuí el instrumento que utilizaron para violar y asesinar vilmente a esa virgen inerme, yerta e indefensa, solitaria pero que era feliz en su silencio.                                                                                                                            
Decirles que esa virgen era una sabana extensa, inmensa y gigantesca, que parecía vacía pero que estaba llena de vida; que allí llegué guiando un rebaño de hombres con tractores enormes y enormes instrumentos, para romperle la piel y el espinazo, para inocularla y llenarla de químicos y venenos, buscando con ello multiplicar por mil los millones invertidos por aquellos, es por eso que les puedo confirmar, o si quieren re-jurar, que jamás se pensó como principio de este asesinato, que se sembraba para darle de comer a los millones de hambrientos que deambulan sin sentido por la vida y por el mundo, o que fue para darle sustento a la teoría de abrir la última frontera agrícola de la tierra, no señores, no fue así, !todo ha sido por dinero como único objetivo¡.

Manifestarles que este poderoso monstruo, el de la avaricia y el lucro, busca confundir el alma humana, la que deambula corrompida por el deseo de las cosas materiales, que la mayoría no le sirven a nadie, mientras que atiborra sus fauces con la esencia de la misma vida violando a la inerme tierra que, aunque parece silenciosa nos pide ayuda.


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