EL GATOPARDISMO COLOMBIANO, O EL JUEGO DE DIVIDIR PARA COSECHAR DEL
CAOS
En una sociedad como la nuestra (suponiendo que en Colombia
esta exista como tal y que sea una sola, uniforme y no de regiones), que posee
como la principal característica (para bien en ciertas pocas cosas o para mal
en todas las demás), la división, la mala memoria o la capacidad de olvidar
fácilmente sus desgracias permanentes, y por consecuencia de esto su propia
historia; siendo esta una de las principales razones por lo que es muy fácil
que personajes mentecatos y mentirosos, casi siempre pertenecientes al establecimiento,
o por decirlo de otra manera hacen parte de la aparente legalidad en que
convivimos, que cuando tienen deseos de sobresalir, a cualquier costo (que por
lo general ha sido para apropiarse del erario público y de los empleos que
proporciona el Estado), se aprovechen de esta característica de desmemoria colectiva
y por ello exploten las debilidades de esta deficiente democracia, para dividir
así al poquísimo porcentaje de población votante que participa en las
respectivas elecciones (no podemos dejar de soslayar el hecho que en cada
proceso electoral no participan más allá de un 35% o 40% de los posibles
votantes), generándose con esta alta abstención y poca participación, las
divisiones aparentes que se matizan en partidos políticos, pero que en realidad
son feudos personales; y al referirme a las aparentes divisiones lo digo porque
entre nuestras clases dirigentes, las que en la plaza pública pregonan las
divisiones irreconciliables entre el resto de la sociedad, privadamente ocurre
que se casan entre ellos, jugando así con la ignorancia o inocencia del país
que aún les creen o les siguen, manejándolos como si fueran parte de sus
juguetes o de sus negocios particulares.
Lo mismo sucede con los
desprestigiados pero necesarios partidos políticos, que al mismo tiempo que han
sido cooptados por los diferentes dirigentes o representantes de las mismas
castas políticas, actúan y hacen parte de la parodia, matizada de normalidad
pero con una sensación permanente de zozobra, ayudando, con esta premeditada y
falsa división, a dar motivos suficientes para desconfiar de los sucesivos
gobiernos, de las sucesivas autoridades, que pasan sin pena ni gloria, y peor
aún, sin representatividad, lo que ha validado con el tiempo, en muchos ciudadanos,
la existencia de los grupos insurrectos, sean estos originados por causas
políticas o delincuenciales, aquí ese detalle no nos importa mucho porque aquí
da más réditos ser antisocial o delincuente, que un legal y abnegado trabajador.
Además, debemos agregar a este
paisaje siniestro, lleno de ilegalidades, que aquí el ejemplo cala y cunde, por
lo que el comportamiento ético y moral de la dirigencia nacional, nuestras
élites, es patente de corso para que el delito y la corrupción sean vistas por
todos los demás actores de la sociedad como una forma normal de actuar, pues ha
sido común verlos enredados y aliados con todo tipo de mafias y delincuentes,
en su afán de buscar la riqueza personal como símbolo del éxito individual.
Por eso, para referirme a las circunstancias actuales,
cuando se tiene a boca de jarro un acuerdo histórico con uno de los más
importantes grupos delincuenciales, con el que dejara su accionar delictivo, puede
que sea cierto que el acuerdo tenga muchas cosas malas, pero mucho más cierto
es que esto es preferible al buen pleito que plantean los enemigos de esta
negociación, olvidándose que ha sido uno de los dos más representativos grupos
de la variada y permanente subversión colombiana, si no el más importante, por
lo que no podemos dejar de recordar que en nuestra historia han ocurrido muchos
de estos incidentes y pleitos entre algunos de nuestros dirigentes políticos, porque así fue en su momento entre Bolívar y
Santander cuando se jugaba el futuro la nueva nación en ciernes, o entre
Mosquera y Obando cuando se gestaba su consolidación, o entre Gómez y Gaitán
cuando buscábamos y conocíamos otros caminos, o entre Lleras Restrepo y Pastrana papá cuando empezábamos a
pensar distinto y a ver otros ejemplos en el mundo, por solo mencionar algunos
casos, pero recalcando con esto que lo que está pasando entre el presidente
Santos y el expresidente Uribe no deja de ser otra de las tantas amañadas artimañas
y peleas, que lo que buscan es aparentar diferencias entre los políticos, que
son los mismos que dominan a su antojo a los aparentes partidos políticos, que
crean a sus conveniencias y así hacen entre los colombianos, para mantener los
privilegios del “statu quo” y que todo siga igual por más cambios que aparenten
hacer, es igual a la trama que Giuseppe Lampedusa esgrimió en su novela de El Gatopardo, que con ella le dio fama
al termino y a la actitud corrupta con que los dirigentes y las élites se han
acostumbrado a administrar a nuestras sociedades y países.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario