Aquí les presento al parte final de este cuento.
¡NO SE QUITE ESA CAJA ¡(II)
Los casinos como este, están ubicados
por lo general en gigantescos y prestigiosos centros comerciales donde ahora acude
la gente como rebaños dementes, en busca del artículo que no necesitan pero del
que han sido convencidos que sin él no pueden ser felices; donde mantienen
jornadas de 16 horas diarias como mínimo, desde las 2 de la tarde hasta las 5
de la mañana del día siguiente, pero que se convierten en jornadas de más de 10
horas para los empleados, si se le sumara a las 8 horas de la jornada laboral
el tiempo que se gastan en sus
desplazamientos hasta sus casas, pero que en la realidad de Gerardo no es la suya,
es la casa de sus padres, pues personas como él con lo que se ganan de sueldo,
lo que aquí llamamos salarios mínimos vitales, no logran ni pueden aspirar a
hacerse a una casa propia, a no ser que se las regale el gobierno de turno en
alguna de las rifas populistas habituales en que esos gobiernos ineptos
cautivan incautos, sean estos de derechas o de izquierdas, o cuando se les
hagan realidad los propios deseos, esos que nacen cuando a partir de un milagro,
del pobre gigoló se enamora su amante
millonaria; es por esto que en sus tristes y crudas realidades con lo que ganan apenas alcanzan a comprar la
fina ropa de marca que le gusta usar, también les puede alcanzar para pagar el
ahora dizque vital plan telefónico, y lo que les queda para las ocasionales
salidas a divertirse con los amigos, y cuando algo sobra, podrán aportar un
poco al sostenimiento de la casa de sus padres, para nada más, cualquier otro
gasto que se les presente, o lujo que se quieran dar, los deben obtener
prestando estos servicios extras o trabajos ocasionales, muchos de los cuales manifiestan
que les fastidian hacer, pero que superan la aversión haciendo conciencia de lo
que ganan por ellos.
Es así como poco a poco a estos
hombres-masa, “juanpueblo” como también les suelen llamar, se les amansa,
porque como a cualquier otro animal la costumbre también lo atrapa, y así se han
ido adaptando a este estilo de vida, y con ella moldean sus existencias, y
aunque reconozcan que son hombres recios y persistentes en muchas otras cosas o
actividades, en cuanto a hacerle oposición a la tendencia actual de la filosofía
del hombre moderno, aquella donde “el tiempo es oro y la vida es plata”, la que
funciona como maquina triturante de una vida integral, al extremo de la industrialización
de la ética, de la cosificación de la historia y de la tierra; no pueden hacer
nada distinto que amoldarse y conformarse.
Hemos aprendido
a cosificar, cuantificar y capitalizar cualquier ser, actividad o cosa, y ante esto no
pasamos de actuar y reaccionar más allá a como lo hace un infeliz bicho, pues en
el tiempo han ocurrido tantas revoluciones contra la historia que se escribe,
que las masas enormes de hombres que en ellas han muerto solo terminan
sirviendo para sacar, con el jugo de sus cuerpos, la tinta con que la historia
va quedando consignada en los libros que luego nos hacen leer y aprender, como
si fuera la única verdad revelada, que es la actual historia, la de los
poderosos, como en este relato, donde la verdadera historia es la de Rebeca,
quien ya a puertas de la muerte tiene los medios, el dinero suficiente o el poder,
según la visión de los Gerardos de turno, para poder así disfrutar de sus
deseos, que somos los demás, que algunos son como él, como usted o como yo, que
se deben amoldar a ellos, y es así que se han ido convertido, como nos lo decía
el chavo, lo más seguro sin querer, como la caja de dientes de esta Rebeca, de
quitar y poner cuando les da la gana.
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