sábado, 13 de agosto de 2016

¡NO SE QUITE ESA CAJA ¡(II)

Aquí les presento al parte final de este cuento.


¡NO SE QUITE ESA CAJA ¡(II)

Los casinos como este, están ubicados por lo general en gigantescos y prestigiosos centros comerciales donde ahora acude la gente como rebaños dementes, en busca del artículo que no necesitan pero del que han sido convencidos que sin él no pueden ser felices; donde mantienen jornadas de 16 horas diarias como mínimo, desde las 2 de la tarde hasta las 5 de la mañana del día siguiente, pero que se convierten en jornadas de más de 10 horas para los empleados, si se le sumara a las 8 horas de la jornada laboral el tiempo que se  gastan en sus desplazamientos hasta sus casas, pero que en la realidad de Gerardo no es la suya, es la casa de sus padres, pues personas como él con lo que se ganan de sueldo, lo que aquí llamamos salarios mínimos vitales, no logran ni pueden aspirar a hacerse a una casa propia, a no ser que se las regale el gobierno de turno en alguna de las rifas populistas habituales en que esos gobiernos ineptos cautivan incautos, sean estos de derechas o de izquierdas, o cuando se les hagan realidad los propios deseos, esos que nacen cuando a partir de un milagro,  del pobre gigoló se enamora su amante millonaria; es por esto que en sus tristes y crudas realidades  con lo que ganan apenas alcanzan a comprar la fina ropa de marca que le gusta usar, también les puede alcanzar para pagar el ahora dizque vital plan telefónico, y lo que les queda para las ocasionales salidas a divertirse con los amigos, y cuando algo sobra, podrán aportar un poco al sostenimiento de la casa de sus padres, para nada más, cualquier otro gasto que se les presente, o lujo que se quieran dar, los deben obtener prestando estos servicios extras o trabajos ocasionales, muchos de los cuales manifiestan que les fastidian hacer, pero que superan la aversión haciendo conciencia de lo que ganan por ellos.
Es así como poco a poco a estos hombres-masa, “juanpueblo” como también les suelen llamar, se les amansa, porque como a cualquier otro animal la costumbre también lo atrapa, y así se han ido adaptando a este estilo de vida, y con ella moldean sus existencias, y aunque reconozcan que son hombres recios y persistentes en muchas otras cosas o actividades, en cuanto a hacerle oposición a la tendencia actual de la filosofía del hombre moderno, aquella donde “el tiempo es oro y la vida es plata”, la que funciona como maquina triturante de una vida integral, al extremo de la industrialización de la ética, de la cosificación de la historia y de la tierra; no pueden hacer nada distinto que amoldarse y conformarse.                                                                                                                                                  
 Hemos aprendido a cosificar, cuantificar y capitalizar cualquier ser, actividad o cosa, y ante esto no pasamos de actuar y reaccionar más allá a como lo hace un infeliz bicho, pues en el tiempo han ocurrido tantas revoluciones contra la historia que se escribe, que las masas enormes de hombres que en ellas han muerto solo terminan sirviendo para sacar, con el jugo de sus cuerpos, la tinta con que la historia va quedando consignada en los libros que luego nos hacen leer y aprender, como si fuera la única verdad revelada, que es la actual historia, la de los poderosos, como en este relato, donde la verdadera historia es la de Rebeca, quien ya a puertas de la muerte tiene los medios, el dinero suficiente o el poder, según la visión de los Gerardos de turno, para poder así disfrutar de sus deseos, que somos los demás, que algunos son como él, como usted o como yo, que se deben amoldar a ellos, y es así que se han ido convertido, como nos lo decía el chavo, lo más seguro sin querer, como la caja de dientes de esta Rebeca, de quitar y poner cuando les da la gana.

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