LA
SAGRADA FAMILIA
Nací en el seno de una familia nuclear, que era tan
numerosa que ahora es inexistente.
En el amor ficticio, con el que se creció en aquel nido, impuesto a rajatabla, se rebasaron los limites de la enemistad, y hoy
esa familia, que era tan grande, se desvanece con el paso del tiempo, la vida personal
y su propia realidad.
Por eso, en el fundamento de crear una familia, un intento permanente y personal de hacer un nicho individual, se debe reconocer
la experiencia ajena y pasada, para descubrir a tiempo la siniestra amenaza de los hipócritas que invocan, para justificar su causa, la lealtad, la amistad, el amor
y hasta la misma sangre, para al final tener que reconocer que todo se acaba en cuanto cada quien se ampara en la razón personal del amor individual.
La familia real va más allá de todo esto, es el sueño
irrealizable de una utópica esperanza, porque la verdadera familia es una dinastía, es
una estirpe, es como una saga que se extiende con el tiempo en el espacio, nace del cuerpo y en la mente de los que sienten el orgullo de ser parte de ella, sin
importar los bienes terrenales ni tampoco las pasiones personales.
Ahora, mi familia que es pequeña, como pequeño es su
número de integrantes, es gigantesca en la ilusión que infunde el amor terrenal de descubrir emocionarnos sin saber por que, en este sutil pero pleno instante que nos tocó vivir.
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