A
LOS RECUERDOS, QUE HOY SON COMO FANTASMAS ENFERMOS.
Segundo
a segundo, se acumula el tiempo de todos en el mundo de los recuerdos de nadie,
y estos pueden ser la historia de un individuo, los de una familia, la de un
país, o ir hasta el principio de todos los eones de la historia universal,
están allí, convirtiendo así, a los recuerdos, con el paso lento del mismo tiempo,
en un amasijo, sin forma ni sentido, de personajes perdidos, de historias desconocidas, de momentos borrosos, de sentimientos
desechados, de promesas incumplidas, como también de amores no correspondidos.
Es
como si de repente naciera en nosotros un horroroso engendro, torcido, desmemoriado
e insensible y este embutiera, de un solo golpe, todos los recuerdos del hombre
en un agujero negro, en el infinito éter de los segundos perdidos, y estos se fueran
apilando y desperdiciando, sin sentido, con
los esfuerzos individuales, íntimos y personales, que cada quien emplea, infructuosamente,
por dejar huella en los demás. Es así como hemos transformando en un fantasma
al destino humano, es toda una desventura, nosotros mismos edificamos el pozo
profundo donde muchos seres humanos han ido perdiendo la noción de los gloriosos
instantes, de existencias pasadas, que raudamente desaparecen de la memoria
general, tan rápidamente, que los transmuta y nos confunden, porque muchos de
esos sucesos perdidos en el amasijo atemporal de una humanidad sin rumbo, fueron,
en otros momentos, cuando la experiencia hacia historia y marcaba rumbos,
novedosos, portentosos, emocionantes, vitales, curiosos, educadores,
deliciosos, o penosos, comprometedores y hasta perniciosos, para verlos hoy como
meros reflejos de anteriores emociones sin lecciones, que solo retornan a la
galería de los vívidos recuerdos cuando alguien, cercano a los protagonistas, los
invoca, como si ansiara que aún viviesen o existiesen, y se reunieran para eso,
de improviso y sin propósito distinto.
Entonces claman, los seres muertos a
los vivos sus instantes de gloria, exigen de los recuerdos su importancia, nos
recalcan que la historia son segundos de tiempo vividos por los hombres, y que,
como tantas veces antes, renacen por un olor, por un sonido, o por una foto
vieja, reviven sucesos que traen a la memoria un sentimiento, y que este pudo
ser de amor, pasión, odio o indiferencia, pero los ignoramos, hasta
despreciamos esos instantes de nostalgias, que son a la vez los ejemplos de los
miles de momentos que se pierden en los vericuetos de los cerebros amañados, enseñados
a olvidar para no recordar lo manipulados que vivimos, para terminar como ahora,
que como especie nos parecemos a unos viejos cansados, desgastados, intoxicados
de nosotros mismos, o tan adoctrinados, que no somos capaces de proclamar y
difundir un mensaje distinto.
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