viernes, 12 de agosto de 2016

LAS HUELLAS DEL TIEMPO EN EL HOMBRE

LAS HUELLAS DEL TIEMPO EN EL HOMBRE

Con desgano, los hombres atisbamos el lento pasar del tiempo mientras este va dejando hondas huellas en la piel del sentimiento universal, que sucumbe ante esta cruda realidad.                                                                                                       
No hay conciencia sobre nuestros actos y sus consecuencias, intentamos argüir la ignorancia como causa principal de las permanentes hecatombes en que vivimos, exponemos sin misterio las más ridículas razones para justificar las más estúpidas acciones, mientras que los sabios, al servicio de los amos del poder, se regodean de sus pírricas victorias cuando manipulan y subyugan al resto de la humanidad, inventándoles una verdad que sostenga como argumento una realidad que no es tal.                                                                                                                            

 La historia del universo es un círculo vicioso que se repite infinitamente como una reacción en cadena, que no tiene barreras, haciendo del hombre en ella un simple grano de arena que se mueve al vaivén de las olas de un océano donde permanece la eternidad.                                                                                         
En esa historia, la del universo, la historia del hombre, que ha sido reescrita tantas veces, solo es una fracción de un mínimo instante, que si la analizáramos y revisáramos constantemente, notaríamos que en ella los horrores que aparecen permanentemente son los mismos errores de siempre, los de aquellos que anteponen la individualidad a la generalidad arriesgando con su accionar la vida de todos sin que por ello quieran cambiar.                                                                           
A veces, siempre de repente, en este ambiente deprimente aparece la esperanza y de nuevo con ella el hombre se ilusiona, intentando creer que solo una persona es capaz de encausar la frustración general haciendo aparecer líderes por montones que envanecidos, ensoberbecidos, ofrecen lo que no pueden dar y el resto de los vivos, enceguecidos por la ignorancia de la esperanza, con esa verdad sucumben a sus cantos de guerra, de mentiras y también de soledad, haciendo renacer en el hombre simple otra vez el circulo vicioso de la frustración y la decepción.                                                                                                                      
En esto somos predecibles como la efervescencia de un antiácido que se expande por doquier en la tierra, donde en la raza humana solo tiene valor la teoría que ciertos hombres imponen, empoderan y lideran y con ello en los demás lo general pierde sentido, pero en esta dualidad del sinsentido el que pierde siempre es el mismo.



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