La inteligencia emocional de la especie humana, influenciada por patrones y mensajes surgidos desde la inteligencia artificial, se ha venido transformando degenerativamente, hasta el punto que la intelectualidad individual no está operando de forma correcta para realizar ningún tipo de análisis con características personales que puedan ser determinantes para actuar en contra de las actuales circunstancias, las que promueven las diferencias y estratificaciones sociales, porque los principales auspiciadores de las desigualdades se encuentran entre las propias clases trabajadoras, personas y comunidades predispuestas a aguantar injusticias y malos tratos con tal de ilusionarse con que algún día sean ellas las que ocupen los cargos que mantengan inamovibles las condiciones que producen sociedades inequitativas, prospectos y proyecciones que proponen mantener lo establecido hasta el día que ya no existan tantas personas sobre la superficie de la Tierra, instalando las máquinas que sirvan exclusivamente a los gestores de semejante distopía, instante en el que será demasiado tarde para aspirar a producir los cambios requeridos para la existencia colectiva armónica que el planeta en general necesita y solicita.
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