Una vez somos paridos, quedamos expuestos después de la primera bocanada respiratoria a los efectos de los elementos naturales, los cuales al abrazar las masas corporales generan reacciones físicas y químicas, dispuestas a separar los átomos de las células para seguir creciendo, produciendo enervaciones energéticas, que nuestros tejidos no pueden mantener unidas, creando las posteriores tormentas orgánicas, las que nos dejan desahuciados, incapacitándonos para seguir creyendo que podamos controlar sucesos con características intelectuales, con condiciones de modificar las tendencias que nos conducen a la extinción natural programada desde antes de nacer.
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