EN
COLOMBIA QUIZAS SE GESTA UNA FIESTA
En un lejano rincón de este extraño mundo existe una extraña
nación, a la que, después de muchos posibles nombres, finalmente bautizaron
Colombia, dizque por hacerle un homenaje a un héroe del pasado llamado Cristóbal
Colon, sin saber que la denominaban como a un posible bribón actual, y la llevaban
a la expoliación y deforestación tras su destrucción.
Aunque igual ha ocurrido con muchas otras naciones en otras
partes de este extraño mundo, a las que también bautizaron con los nombres de
varios pasados ladrones, las posibles diferencias radican en que aquí no se ha
detenido la explotación.
Desde entonces sus ocupantes, más que habitantes, decidieron
modificar la extraordinaria variabilidad, con el verdor y exuberancia de su
medio ambiente de por medio, dicen que por necesidad, en unas grandes haciendas,
fincas o estancias, en las que hoy solo algunos pocos pueden disfrutar de los pírricos
beneficios que dispensa tanta destrucción.
Gigantescas selvas, ubicadas en extensos valles y en
agrestes montañas, atravesadas antes por innumerables ríos, riachuelos y
quebradas, y atiborradas con flora y fauna, se han ido poco a poco transformando
en los interminables y monótonos cultivos, con palmas africanas, cañaduzales,
cuando no es con ganaderías o con los desiertos que generan miles de dragas
buscando sus metales, uniformando así el paisaje mientras acaban con sus aguas.
En el despuntar del tercer milenio, con una cansada humanidad,
desorientada por las normas de absurdos mercados, al fin viene renaciendo una
conciencia social, aunque hasta ahora en Colombia es más bien poca, pero necesaria
y requerida para que entre todos podamos cambiar un rumbo trazado por las
pasiones de la riqueza fácil y la vanidad personal, y así recuperemos el camino
y el poder de las normas verdaderas, las que dictan las leyes naturales.
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