sábado, 20 de enero de 2018

ALLÍ DONDE LO ÚNICO QUE VALE ES EL COLOR DE PIEL

ALLÍ DONDE LO ÚNICO QUE VALE ES EL COLOR DE PIEL

Cuatro cuervos, con plumas blancas, se acercaron al banco de un parque, en cierto pueblo perdido de algún rincón del mundo, donde un hombre negro jugaba tranquilo a las cartas, esperando con calma la muerte a la que lo acercaba su suerte por tener ése color de piel.

Los segundos de la escena se eternizaron en las mentes en blanco de blancos, quienes eran testigos del instante preciso cuando el hombre negro se enteró del motivo que llevó a las cuatro aves hasta su costado.

Todos pudieron notar, mirando al parque, cuando aquel hombre alzó las manos hacia el cielo, en el momento exacto que los cuervos se elevaban y volaban por el aire, pero con sus plumas negras de nuevo, que representaban lo que son, o sea odio, miedo, rabia y desespero; desapareciendo de la vista de todos y llevándose con ellos la vida de ese hombre negro, del que solo dejaban un cuerpo cubierto con plumas blancas.

Cuando llegaron al banco, para levantar al muerto, las autoridades del pueblo encontraron, debajo de las plumas, un hueco profundo y negro, donde esas plumas blancas cayeron y aún no han encontrado al cuerpo.

Desde allí, y en ese pueblo, ubicado donde nacen todos los demás, igual ocurre cuando en ese banco se sientan desde amarillos hasta los indios, pues sus blancos no quieren comprender que su piel es la alegoría de una mezcla imperfecta, arruinando o asesinando a todo otro aquel que no la porte como un escudo o estandarte.
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