LA PESADILLA DE UN
PRESIDENTE SOÑADO EN UN PAÍS DE LOCOS
Hace mucho
tiempo, en un país que se llamaba Locombia existió un presidente muy querido y
muy cuerdo, según él, de apellidos Ebiru Zelev, que quiso serlo para siempre
porque creyó que no había otro como él, además que estaba convencido de sus
dotes por los cantos y los rezos de sus áulicos, donde estos le decían que era
el mesías, el único y el mejor.
Desde que
abría los ojos, cada día, hasta que los cerraba cuando amanecía, se le notaba
el enojo que sentía por todos los demás, que eran esas millones de personas, simples
seres insignificantes que no lo querían seguir; ya que consideraba que en sus
creencias estaba el ara sagrada de la humanidad, aquella donde solo él guardaba
las claves contra la indecencia humana que embargaban a esa nación y al resto
del mundo por contraposición, y por eso estaba convencido que la historia le había
reservado un puesto en el olímpo mayor, ese donde los hombres son casi dioses,
como él, y por eso lo que ellos piensan se convierte en ley.
Dicen que en
las noches en que no lograba conciliar su sueño, solo se dormía cuando los
gallos de los vecinos, o sea los de todos los demás, que empezaban a cantar en
las madrugadas que era cuando él quería descansar, eran recogidos de inmediato por
sus cientos de guardias personales, con los que estos se hacían la sopa de ese
día, además qué a aquellos, como compensación por ese esfuerzo, los que tenían
que pagarles sus sueldos eran los otros, los que no los querían, aquellos que
no los seguían.
Entre tanta
confusión reinaba la mentira y el temor, por lo tanto, negaba la guerra en un
país devastado por ella, maldecía los vicios y drogas que consumían los demás cuando
él se tomaba sus góticas de relax para calmar sus nervios, aparentaba ser un
santo mientras que cenaba con los mismos diablos, exigía ética y moral en los
negocios públicos al mismo tiempo que los regalaba y entregaba a empresas
privadas, a las mafias y a sus hijos.
Recomendaba
no tener sexo a los jóvenes mientras que él se masturbaba con el dolor ajeno,
indilgaba aberraciones a cualquiera, como a una mujer con un hombre, a un hombre
con mujer o viceversa ya que el género de estos no podía estar en discusión; en
fin, que este personaje, que parecía sacado de una leyenda del cine del terror
tenía encantado a muchos por error, o eso creían los otros que notaron con
horror, que alguien, algún día, en ese país, comenzó a narrar esta historia,
que pareció sacada de un cuento y termino convertida en la pesadilla de sus días.
Nota: Cualquier parecido con la ficción es pura realidad.
Nota: Cualquier parecido con la ficción es pura realidad.
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