domingo, 11 de diciembre de 2016

CONTANDO UNA HISTORIA QUE PARECE UN CUENTO

CONTANDO UNA HISTORIA QUE PARECE UN CUENTO


Hace muchos años, en un lejano país de Suramérica, que se encontraba agobiado por el terror y la violencia, y de cuyo nombre no me acuerdo, o no lo quiero mencionar para no tener que hacer apología del delito; una parte de su sociedad, enloquecida por el poder, las drogas y el dinero, hasta el diabólico extremo de aliarse con los mismísimos delincuentes para gobernar, y quienes a la vez eran los mismos que siempre la habían manipulado, abusado y usado para su propio beneficio, cierto día se reunieron en el mejor club campestre de esa nación, y decidieron de repente que lo mejor para acabar con ese caos permanente, inventado por ellos mismos para oprimir a los demás, era elegir a un presidente que saliera de las mismas fuentes del poder para mantener el delito como objetivo pero que pareciera ser la propia imagen del bien y del saber.
Buscaron con denuedo y con esmero en sus filas, durante varios días esculcaron en sus más oscuros resquicios para ver quién podría cumplir con ese perfil, y después de mucho escarbar en el directorio de sus élites salvajes, encontraron con alegría al que sería a partir de ese día su alfil, Albertico Ubrie Viles, se llamaba ese animal.

Camuflado éste de pastor comenzó con bríos a hablar, se subía en los púlpitos, en las tarimas, en los muros o hasta en cajones de cartón, desde donde disparaba dardos fulminantes cargados de palabras que herían, frases completas llenas de mentiras pero que a sus seguidores poco les importaba, lo importante era lograr impacto en la sociedad, manipulable por su ignorancia y cansada de tanto dolor.
En el lapso de unos cuantos meses éste ya arrasaba en las encuestas, de lleno el país se volcó a apoyarlo pues creyeron que él era el guía que buscaban, sin darse cuenta en ese instante que caían de nuevo en el engaño y en el error.                                                                                                
Lo nombraron presidente, y todo el pueblo sintió por unos días la alegría que produce la esperanza del cambio, después, cuando los mensajes y las acciones del gobierno señalaban a los culpables del desastre, en sus propias entrañas se instalaban los nuevos delincuentes, los que llegaban para adueñarse de todo, otra vez a sangre y fuego, y a costa del dolor ajeno y de sus vidas.
El anhelo se convirtió entonces en frustración pues la corrupción y la maldad se adueñaban otra vez de cada rincón de ese pobre Estado, pero debo aclarar que lo pobre que menciono de ese país era por su espíritu más no por sus riquezas, porque esas y el erario público han sido siempre el objetivo del despojo; pero ya el mal estaba hecho, aun así sus fanáticos juraban que vendrían tiempos mejores, poco les importó ver entrar por el garaje de la casa presidencial a la flor y nata de los mafiosos, que a la vez eran los socios de los políticos en el congreso, que llegaban para negociar el robo y el asalto.
Tampoco les importó ver corromper a la justicia pues sabían que sin ella no puede haber autoridad en ninguna parte, como también se ignoró ver a la policía y al ejército en una carrera de infamias contra el pueblo, que impávido e indefenso solo atinaba a elegirlos nuevamente.

Está historia tuvo un feliz y trágico final, cuando algún día Albertico amaneció igual a como siempre amanecía, o sea infeliz y rabioso contra todo el mundo, pero ese día fue diferente para sus creyentes y para toda su familia, pues amaneció odiándose a sí mismo, y en un inesperado arrebato de ira se suicidó al frente de ellos y de varios seguidores, que asustados salieron gritando como locos que todo se había debido al diablo; por eso después, cuando con el paso del cruel tiempo se sosegaron los rumores y los temores por semejante acto, se ungió al hijo de éste como al nuevo líder de ese movimiento.                                              

Como conclusión de este cuento debo manifestar que la parte feliz de esta historia fue la muerte de ese presidente porque la trágica es que hoy allí todo sigue igual.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario