LA
LEYENDA DE LA VIUDA
Despejaba con los puños la ignorancia, regresaba desde el
fondo de los sueños para posarse en la cima de la vida. Creyó ser siempre un
desdichado, al que el amor le huía, o se le escondía, y a quien la amistad le parecía
tan solo otra mentira y al que la autoestima no valía la pena.
Cierto día despertó dando manotazos al aire, sudaba
copiosamente, por lo que intentó abrir la ventana de su cuarto; extrañamente en
el espacio donde quedaba ésta no quedaba nada, lo envolvió una placida
sensación de vértigo mientras caía pesadamente contra el suelo.
No murió de golpe ni del golpe, por su mente desfilo toda
su vida, como una película que corría aceleradamente, hasta que apareció en
ella ella, el amor de su vida, transformando su muerte en un suspiro vital haciéndole
tener una tremenda erección.
Lo recogieron los vecinos, pues en su soledad, de él solo
quedaban sus restos, quienes terminaron comprándole un sencillo cajón de tabla
barata, sin embargo, al irlo a guardar en él no pudieron cerrar la tapa,
creando la disyuntiva entre cortarle el miembro o añadirle otra tabla al ataúd.
Los presentes, tan pobres y solos como aquel, simplemente se miraron a los
ojos, como preguntándose qué hacer ante tremenda determinación.
Ya iban a decidir cuando apareció una hermosa viuda, aunque
nadie la conocía, nadie se le interpuso, quien, apropiándose del cuerpo del
desdichado, se lo llevó sin que nadie más volviera a saber de él ni de ella.
Desde ese día se volvió común que los hombres que murieran trajeran
tan rara condición, se dice que ellos sueñan, antes de morir, en la extraña
viuda, encareciendo por lo tanto los costos de los cajones y enriqueciendo al
carpintero. Dicen las malas lenguas que fue aquel el que envió a su propia
hija, dándole nacimiento a la extraña leyenda, que invade por doquier al
barrio.
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