EN
EL ORIGEN DE NUESTRO DOLOR
No existe vida sin la muerte,
ni ésta sin que ella se mire a cada rato en su espejo.
La estrella que dirige el rumbo del mundo,
titila en la noche humana,
sin que nadie se abstenga de mirarla,
y sin que ningún ser humano sea capaz de tocarla,
mientras brotan de él las más extrañas sensaciones.
Matar por vivir y vivir para morir,
es el caldo anacrónico en donde el intelecto humano se
alimenta.
¿Sera la muerte el fundamento de la vida?
¿Sera la vida el origen de la muerte?
Así, sin bases ni darse cuenta,
el ser humano culmina donde termina su razonamiento y
pensamiento,
en cuanto que la vida se nutre a cada instante de la muerte,
siendo conscientes en los efímeros y sublimes momentos que
lo comprendemos,
y no los dioses eternos que rigen el universo.
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