sábado, 4 de marzo de 2017

Entre ciegos el tuerto reina

ENTRE CIEGOS, EL TUERTO REINA


En el reino de la razón, las cosas son lo que son, por eso no podemos pretender, aunque los humanos lo hacemos constantemente, que lo que no es, pueda llegar a ser; algunos llaman a esta pretensión humana fantasear, creer en cuentos de hadas, crear falacias, mentirse o hasta soñar, engañándonos para no tener que asumir la realidad, o como lo planteaba George Orwell, neolenguas, en su famosa obra literaria, 1984, que ahora está tan en boga nuevamente por la contrarrevolución  fascista que se está apoderando, otra vez también, de un buen número de países, donde el uso y el abuso de adjetivos recambiables y desechables, dependiendo de la conveniencia del gobierno del momento, es lo más normal del mundo,  aunque lo anterior simple y llanamente signifique relativizar la realidad, aun sabiendo todos que ésta, la realidad, va a ser siempre lo que tiene que ser, por más que maquillemos su contexto con justificaciones asombrosas o con motivaciones milagrosas, pero que en Colombia la proporcionalidad de estos términos es a otro precio, pues no se puede olvidar que aquí una de las características especiales de nuestra dirigencia, siempre ha sido la de no llamar las cosas por sus nombres o términos reales.

Es así como, aquí, para no llamar a los asesinatos perpetuados por miembros de las fuerzas del estado, que son crímenes de estado, los empezamos a denominar “falsos positivos”; aquí para no llamar a una guerra interna, que con las cifras que ha dejado de víctimas y afectados, en cualquier otro lugar del planeta a un conflicto de nuestras proporciones, se le llama guerra, aquí en cambio le decimos “conflicto interno, con desplazamientos voluntarios”; aquí quien se denomina políticamente liberal es porque es un ultraconservador, y quien se considera un conservador es porque en la práctica es un extremista religioso y de derechas, o los que se llaman pomposamente de un partido del centro democrático es porque son fascistas.                                                                                  
Nuestra sinvergüencería ha llegado hasta el extremo, que cuando un gobernante habla de investigaciones exhaustivas, para averiguar un caso de corrupción, por ejemplo, eso significa precisamente que no la habrá.                                                                                                                  
Recordando y parodiando las máximas del libro 1984, de Orwell, que dicen que “la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud y la ignorancia es la fuerza”, no exagero si digo que la mitomanía en Colombia es de tal proporción, que se puede deber a una distrofia patológica, la que no nos deja analizar correctamente la realidad, ni ver la verdad donde está.

En esta locura en que vivimos, entonces no es descabellado pensar que para solucionar la navegabilidad de un rio, creamos que lo correcto es dragarle  su cauce en vez de reforestarle sus cuencas hidrográficas; ante las deficiencias del transporte pesado y la baja capacidad de movimiento de carga, suponemos que las alternativas son más camiones para que se desplacen por las mismas escasas vías, en vez de invertir en el tren; ante el secamiento de todas las fuentes de agua dulce, la solución son más fuentes de explotación de las mismas; a mayor corrupción entonces más comisiones de investigación que no concluyen en nada; o terminamos queriendo poner en práctica axiomas tan inhumanos como que la pobreza se combate con represión, o que una buena autoridad es la que más miente.

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