SOMOS ENTES
SOLITARIOS QUE NO HEMOS APRENDIDO A DISCERNIR
Tentados a
decir bobadas y a vivir entre carnadas, los humanos hemos aprendido que en el silencio
y en el miedo están nuestros peores maestros, los mejores cómplices de nuestras
desventuras, aquellos que nos enseñan poco a discernir y a tener que callar
cuando debíamos hablar.
Acostumbrados
a palabras necias con que se hilvanan frases huecas, hemos comprendido que la
mayoría de los idiomas son lenguajes con mensajes encriptados, que solo
entienden y utilizan unos pocos.
Es así que cansados
de sentir y de escuchar tanta porquería, hemos ido construyendo una coraza
invisible pero que es sensible solo a ciertas cosas, como aquellas que
transforman nuestra piel en insensible a los males ajenos, o a nuestros ojos en
espejos rotos con que distorsionamos la realidad, o en lo que somos ahora, entes
solitarios que solo estamos disponibles para destruir las ilusiones de las
generaciones que vendrán.
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