miércoles, 29 de marzo de 2017

¿QUIEN LE PONE EL CASCABEL ÉTICO A UN GATO INMORAL?

¿QUIEN LE PONE EL CASCABEL ÉTICO A UN GATO INMORAL?

Que la ética y la moral pública son simples bienes mostrencos lo representa la infinidad de malos comportamientos que cunden por el mundo, los que no dejan de aparecer permanentemente en personas, empresas, industrias y negocios en general,  y ocurrirán mientras que el objetivo fundamental de todos sea el enriquecimiento material e individual.                                                         Tomemos como ejemplo los dos últimos y patéticos casos, donde por un lado una industria cárnica maquilla sus productos, en descomposición, para poderlos vender a cualquier costo, y por el otro una empresa constructora, de obras civiles, soborna a “Raimundo y todo el mundo” para obtener los contratos de sus obras, pasándose ambas por la faja la ética, la moral y la libre competencia pública.                                                                                                                                                      
 Resalto éstos casos para no poner por ejemplo casos viejos y ya casi olvidados, como los ocurridos con las industrias azucareras y papeleras suramericanas, con colombianas involucradas en el asunto, las cuales, si no nos hemos olvidado, se unieron subrepticiamente para confabularse contra el bolsillo de la gente del común y que sin ningún pudor alteraron hacia el alza los precios de sus productos.                                                                                                                                              
 Es evidente que ahora, ante la debilidad de los Estados, todo el mundo está apelando a la confabulación y a la corrupción para poder imponer sus criterios o productos, o para poder lograr sus objetivos financieros, sin preocuparles que la aberración de sus métodos  representen un peligro para la sociedad, como tampoco les preocupa las sucias herramientas que tengan que emplear para obtenerlos, ni mucho menos llegar a considerar las consecuencias que éstas malas prácticas terminan representando para la salud de los consumidores o de los erarios en sus países.                                  
El panorama anterior es una muestra fehaciente que dejar en el auto control, o sea en el criterio personal o individual de las empresas o individuos, el poder para controlarse, no deja de ser una estupidez o una locura del sistema capitalista, y por ende de los Estados y las democracias que en él se desenvuelven; por lo que se hace crucial y urgente que éstas sociedades afronten este monumental problema dándole más poder a los Estados sobre las empresas o negocios, porque éstos parecen impotentes o plegados ante los grandes capitales, los que desgraciadamente siempre, apelando a la libre competencia y a la libertad de acción o inversión, van intentar influenciar sobre ellos.                                                                                                                                                                     Se insiste en que el mercado se auto-controla solo, con las fuerzas de la oferta y la demanda, teoría que fundamenta éste sistema, cuando la realidad de la vida y del mercado es mucho más cruda y más violenta, haciéndonos vivir en sistemas económicos y culturales que abocan a todo individuo al lucro y al rendimiento financiero sobre cualquier otra consideración terrenal, arrasando bajo estos parámetros cualquier tipo de principio, o de racionalidad, ya que quedan supeditados a actitudes o criterios impracticables en el mundo real, por más que en los hogares, universidades y religiones hayan inculcado y enseñado límites y controles para aplicar en la vida personal, pero que en la práctica no se pueden usar, pues sus dirigentes sobreviven en los cargos dependiendo de los rendimientos financieros, transformándose, por esas mismas fuerzas, en letras y mensajes inciertos, puesto que sobre esas consideraciones éticas o morales siempre primaran las económicas, las políticas y hasta las culturales, importando poco las consecuencias sobre la vida de los seres en general.

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