A LAS PROMESAS
INCUMPLIDAS
Óyeme mujer,
que mi corazón late es por ti, no te puedes escudar en la rutina de hoy para
argumentar que no hay pasión en una relación que desde ayer ha estado basada en
el amor; la monotonía de la vida no es una falta de pasión, es tan solo una pequeña
cuota que pagar por el amor más puro y duro en una relación, que es dual.
Ya sabemos que,
en el desgaste de los cuerpos cansados, junto a las canas y las arrugas, muchas
veces va marcado el rumbo de las ilusiones que aún quedan pendientes por lograr
en un hogar, de esa larga lista que un día confiadamente se escriben las
personas sobre las pieles sensibles, esperanzadas en las promesas de una unión que
es física y mental, con lo sexual entreverado entre ese amor y la rutina, por
lo que el simple hecho que no se hayan cumplido todas, no es motivo suficiente
para dudar de un porvenir que es compartido.
Por eso te
digo amada mía que la manera diferente de ver las cosas nos ha permitido, hasta
ahora, poder convivir con cierta gracia, lo que nos hace falta es contemporizar
nuestros espíritus para que en las mentes la fuente de nuestra felicidad seamos
nosotros mismos, sin mirar para atrás ni pensar en los demás.
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