A UNA NUEVA RELIGIÓN
Todos los días,
cada cual, con su vieja camándula en la mano, unos extraños monjes de una nueva
religión, en cofradía en su nuevo templo, pasan entre los dedos, con insistencia
y obsesión, las cuentas de sus rosarios viejos después de rezar en cadena cada oración.
Recitan éstos
esas oraciones con una fuerza desmedida y a toda voz, para que todo el mundo
alrededor las tenga que escuchar; pues con ellas lo que pretenden ellos es poner
en evidencia que esas cuentas no son unas simples pepitas grises, puesto que para
ellos éstas representan la obsesión por el perdón de todos los humanos, que
ahora con tanto ardor pregonan por el mundo, donde aseguran que esas cuentas están
hechas con madera bendita, dicen que de un noble roble, representando cada una
a cada pecador.
Aunque están
bastante desgastadas, después de tanto manoseo, porque las han sobado contra
sus dedos a cada rato, cuando concentrados permanecen arrodillados ante la
imagen sagrada del dios en el que creen, a quien le piden con paciencia todos
los días, con una insistencia desbordada, para que les conceda el perdón
solicitado, al sobar las cuentas, para las miles de indulgencias requeridas por
los millones de pecadores que hay en el mundo.
Mientras que
lo hacen, el tiempo transcurre monótono a sus alrededores sin prestarles ni ponerles
atención, esperando el final de aquel acto farisaico; por eso, cuando éste termina,
el silencio cómplice del actual estropicio vuelve y lo envuelve todo.
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