UN JUEGO QUE SE
TIENE QUE ACABAR
Expuesto al
sol y acribillado por sus rayos de luz, éste planeta, hasta ahora silencioso y agonizante,
solamente se había limitado a ser la tierra madre de un extraño ser, el humano,
que apareció de un momento a otro sobre su piel y como un germen pernicioso ha
venido infectando sin control a todo el espacio existente entre una raza y su destino,
con el tiempo como su único testigo.
Pero ésta
situación ya no podrá sostenerse más, pues a pesar de lo que algunos quieren, que
es mantener la actual explotación en su más alto nivel, con la cruda realidad,
la Tierra nos muestra otro escenario, o sea a miles de cauces de ríos y
quebradas sin agua recorriendo suelos empobrecidos y erosionados, a un mundo
sin árboles donde no hay quien filtre el aire y tampoco quien nos puedan proteger
de esos caniculares rayos, y con el resto de las especies terrenales desapareciendo
en cada día a ritmos infernales.
Hay una lección que nos debiera quedar de todo
esto y es que, por simple sustracción de la materia que no se crea ni destruye,
ésta se está transformando en el panorama normal de un juego irreal que se
juega en el campo terrenal, donde el premio mayor es simplemente desaparecer.
Sabiéndolo
todos, aun así hoy hay unos pocos que persisten en el error, haciéndolo parecer
que fuéramos los demás, porque con sus deseos trastornados siguen empecinados
en la destrucción del que era el paraíso en que nos tocó existir, creyéndose
predestinados a ese poder; y son los mismos que por hacer valer sus privilegios
quieren romper moldes y esquemas nucleares, que desembocan siempre en desastres
naturales, manteniéndonos, a la mayoría, como testigos pasivos del horror que es
tener que ver cómo con esos mismos errores permanentes, que como ejemplo es parecido
a ver morir de hambre lentamente a nuestra madre, con lo que nos han ido
destruyendo el planeta, haciéndonos llevar también con estos actos por delante al
universo.
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