domingo, 15 de enero de 2017

COMO JUGANDO APRENDEMOS A PERDER

COMO JUGANDO APRENDEMOS A PERDER



Enterrada, a la vera del destino humano, se encuentra la alegría de vivir la vida como tal, pues ha sido convertida ésta, a los golpes del mercado, en otro juego de vídeo, en donde se busca una utopía, o en el remedo de unos ilusos que, como insulsos arlequines, ya no hacen reír a nadie.
Dicen que por eso, derrengados sobre la facilidad de la violencia, además que siempre ha sido más fácil destruir que construir, los humanos se insensibilizan del dolor ajeno generación tras generación, porque ahora desde niños crecen jugando a cercenar contrarios, a arrasar selvas y montañas para matar sin odio al rival de turno, donde cada uno de esos da cien puntos, llevándose de plano en esos juegos a la naturaleza como un ejercicio natural y aceptando como sus entornos normales las junglas de cemento con las ventanas de grueso cristal en las que viven todos por igual; hoy la muerte del otro hace parte de un escenario más en la realidad virtual, que en la mente de los niños y los jóvenes de hoy se volvió algo trivial.
Pero llegar a mencionar que esta locura se debe detener, es atentar contra esas leyes de ese tal mercado, el que convirtió al humano en un simple idiota útil del engranaje de un juego miserable, en donde el único objetivo es la alegría individual a costillas de la tristeza general, que cuando termina el juego, a ese hipotético jugador se le dan mil puntos, y con los algoritmos acumulados también le dan derecho a repetir, mientras tanto, durante su juego, desaparecen del planeta cien especies, pero eso no le da puntos a nadie.



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