UN ANÁLISIS, ¿INGENUO?, DE LOS RESULTADOS DEL PLEBISCITO
Después del plebiscito puedo concluir, sin temor a equívocos,
que somos una nación bastante desunida, ¿quién lo puede dudar? Por
un lado, una inmensa mayoría, que no sabría cómo calificarla o denominarla, si
mentecata, ajena, indiferente o ignorantes en estos asuntos de votar para tomar
decisiones, pues esta vez fue el 63%(similar al promedio histórico), pareciera
que están tristemente resignados a aceptar y acatar calladamente lo que las
minorías decidan, o como se dice popularmente “a lo que Dios quiera”, porque mientras
tanto viven rodeados, inundados e inmersos en innumerables iglesias y credos,
con miles de pastores recordándoles que Dios es quien decide por ellos, y que
ellos, los pastores, al ser sus voceros, deciden por ellos también; no sé si igualmente
anestesiados con estratos y subsidios, más preocupados por perder esas ayudas del
gobierno de turno que por el futuro y el de los hijos. Por el
otro lado estamos la minoría, el 37% en esta ocasión, dividida hoy exactamente en
dos mitades y con dos visiones de cómo debe comportarse el Estado y sus
dirigentes con sus habitantes. Unos
que abogan y apelan por unas políticas disque de mano dura contra la
delincuencia y el crimen organizado, aparentemente con dirigentes o lideres enérgicos
y disciplinados, así tengan, o hayan tenido, vínculos y actitudes antisociales,
así sean corruptos, extremistas o populistas, pues amparados en la teoría de
que todo lo público es malo y lo privado es bueno, que los ricos irradian la
riqueza, que el narcotráfico fue una especie de revolución social, sosteniendo
y argumentando que el Estado solo debe mirar y ayudar a que los particulares lo
hagan bien, desmontando poco a poco una gran cantidad de políticas públicas,
ganadas con mucho sacrificio por otras generaciones, que propendían por la socialización
de la riqueza a través de un Estado benefactor, satanizándolo como
proteccionista, y que éste solo castigue el delito cuando sea muy evidente, porque
de resto el Estado debe ser un alcahuete y promotor de estas prácticas
delictivas, será por eso lo de la poca justicia y la mínima autoridad moral y ética
en la que nos revolcamos, muy comunes entre nuestra dirigencia política, élites
económicas y en el hampa generalizada, que existe enseñoreada en todas las instancias,
dependencias y negocios del país.
Mientras que la otra mitad de esa minoría, votó pensando que
el problema es precisamente de dirigentes, de élites y de delincuentes. Que ese acuerdo con las FARC, por
muy imperfecto, incompleto, incomprendido, intolerable e indeseado por muchos, era
un nuevo inicio, un quiebre en nuestra particular historia, porque el solo conocer
la verdad de nuestra violencia, las causas, los patrocinadores, los perpetradores
y los perpetuadores era motivo suficiente para aceptarlo, promoverlo y
refrendarlo, al menos fue lo que ingenuamente creí.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario