viernes, 28 de octubre de 2016

LA MULA Y EL ARRIERO

LA MULA Y EL ARRIERO

Me contaba un viejo arriero, de esos que ya no existen, por si alguien lo quiere buscar, que un día cualquiera escuchó, cuando iba de bajada por una loma empinada, con la mula ya cansada de tanto trabajar, que ésta le dijo al  freno: “oiga mire compañero, no se pase de terreno, tenga un poco de piedad conmigo, no me haga tan difícil la vida dura que me ha tocado vivir, que mi boca es muy sensible y me la puede destrozar a cada que el dueño tiempla la brida sin considerar que al final el que sufre es mi pobre  paladar”, ignorante que quien tira no es el bozal.                                                                                                                                                                 
La referencia la traigo a cuento porque dice mi papá, que cuando era joven y bello, igual lo hacía con él el abuelo al tratar de imponerse a los demás, y por eso también lo hizo él conmigo, con la firme convicción que se prolongue en el tiempo una regla familiar, que la autoridad paterna se respeta, así ésta se porte mal, lo que siempre, hasta ahora, ha sido algo muy normal.                                                                                                                                                
 Es un parámetro incrustado muy difícil de erradicar, hacen parte de las normas humanas, tenaces de cambiar, que de generación en generación vayamos pasando costumbres y comportamientos, que se creen culturales, éticas y morales, inscritas en las historias familiares o en las venas nacionales, aun sabiendo que éstas sirven de instrumento para perpetuar estulticias, así traigan implícitas injusticias, desorden o maldad.


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