EL PARANINFO DE DOS AMIGAS NINFOMÁNAS (CUENTO)
PRIMERA PARTE
Los casos de una amistad entre dos intimas amigas, y para
rematar ninfománas, como ellas, se ven pocas veces en la vida, se puede decir
que son casos excepcionales, ya que ser confiado y confiable hoy en día es muy peligroso
y poco corriente, a tal punto, que cualquier vínculo personal no pasa más allá
de un simple saludo.
Pero bueno, algunas veces,
también en estos días, se puede llegar al otro extremo, en el que un sencillo
acto de saludo impersonal puede terminar siendo un tremendo problema, malinterpretándose,
hasta el extremo de generar un compromiso inesperado, sorpresivo, del que se termina
teniendo mucho cuidado y miedo, pues el más mínimo detalle, o descuido, puede terminar
siendo malentendido y representar algún conflicto, perdida material, sentimental o incluso llevar a perder la vida.
En fin, no exageremos el cuento, era una simple referencia a que dos personas,
con una relación tan íntima, como a la que ellas llegaron, es tan rara y se da
tan pocas veces en la cruda realidad, que se presta a cualquier tipo de
comentarios e interpretaciones, que para bien o para mal, ellas desechaban e
ignoraban, sin darles el más mínimo valor ni interes.
Andaban juntas todo el tiempo, asistían a los mismos lugares, cursaron
sus años de colegio en el mismo plantel, sacaban casi las mismas notas, tenían
el mismo gusto, hasta el extremo que se vestían igualito, tenían los mismos
amigos y amigas, podríamos decir que compartían hasta los mismos padres,
quienes casi no distinguían cual era la hija de cual, pues a costa de estarlas
viendo desde pequeñas juntas como un par de gemelas, pegadas como un moco, les
ayudaba a llevarlos a tamaña confusión.
El inicio de esta extraordinaria y extraña relación se dio a
raíz que la empresa donde trabajaba el
padre de Claudia, decidió designarlo para que estableciera una sucursal en otra
ciudad, y para esto lo trasladaron desde
la capital, de donde eran oriundos y donde habían vivido siempre, supuestamente
en una especie de ascenso laboral pero con el
mismo sueldo y en el mismo cargo, a una ciudad intermedia en pleno
desarrollo, para que abriera y dirigiera allí la oficina y los nuevos frentes
de negocio para la empresa, coincidencialmente mudándose al barrio donde ya
vivía Catalina y su familia, quienes oriundos de esta pequeña ciudad, les
sirvieron de puente para poder establecerse y adaptarse.
Igualmente, Claudia y su familia llegaron
a vivir a la casa de al lado, en un barrio de clase media; en ese instante en que
las dos niñas se conocieron tenían la misma edad, cinco años.
Cuando Catalina vio
descender de ese auto familiar a aquella niñita, tan parecida a ella misma,
intuyó, al cruzarse las miradas e intercambiarse sendas sonrisas picaronas, que
serían amigas y cómplices de allí al
futuro, por eso, en un impulso extraño hasta para ella misma, corrió hacia los
nuevos vecinos y se les presentó diciéndoles su nombre y ofreciéndose a
colaborar, algo totalmente ajeno a ella hasta ese momento, y más cuando en un
arranque inesperado de colaboración, se
puso a ayudar con el trasteo bajando una que otra cosa, pues una niña
consentida y mimada en exageración, como ella, era ajena a eso actos o impulsos
.
Claudia, quien también era educada en la misma escuela de
los resabios y las rabietas, y Catalina, congeniaron inmediatamente, al punto,
que a partir de aquel día no las volverían a ver separadas por el resto de sus vidas;
a partir de aquel momento la dependencia de una con la otra seria tremendamente
fuerte, se separaban pocas veces, inicialmente, solo lo hacían para ir a dormir
en sus cuartos de sus respectivas casas, sin embargo, desde ese primer día, se
inventaron su propio canal y código de comunicación, crearon algo que se volvería un rito para
ellas, el que desarrollarían desde las ventanas de sus respectivos cuartos,
enfrente la una de la otra, iniciándolo al principio haciéndose señas con las
manos, para terminar, con el tiempo, comunicándose en un intrincado código secreto,
inventado por ellas para que nadie pudiera descifrarlo.
Así fueron creciendo, supuestamente madurando, por la vida,
conociendo al mismo tiempo sus cuerpos y sus emociones, se masturbaron por
primera vez juntas, como lo seguirían haciendo de allí en adelante, conocieron al
primer hombre juntas y lo compartieron, así como compartieron la misma elección
de vida, cuando desde ese instante decidieron ser como eran, o igualmente
cuando decidieron la elección de la profesión que ejercerían, al momento de
decidirse por alguna actividad.
Los amigos y amigas las apreciaban mucho, incluso llegaban a
irse a los puños y casi hasta matarse por ser sus amantes, pues llegó a ser de
conocimiento general, sobre todo entre los hombres y mujeres más cercanos,
aquellos que las frecuentaban y las deseaban, de la extraña y luego famosa
particularidad de compartirlo todo entre ambas.
De todas maneras, así como eran todo el mundo las estimaba y
las querían, aun sabiendo de sus personalidades y particularidades, llegaron a
ser muy buscadas por sus consejos y sus experiencias, además que por los
claustros por donde fueron pasando, dejaban la estela de sus pensamientos
contradictorios y de choque contra lo establecido, con sus posiciones muy personales,
caracterizadas por defender hasta el último aliento sus conceptos, tan únicos y
particulares de la vida y del mundo.
Hasta aquí todo parecía muy normal y sin mucho interés, más
allá del morbo sexual que generaban sus comportamientos y actitudes, pero el
asunto comenzó a cambiar de tono un extraño día, cuando ambas caminando por una
calle cualquiera, a raíz que habían salido de compras porque al otro día seria
el cumpleaños de Claudia y Catalina la llevaba hacia un almacén de música para
regalarle un cede o algo parecido, para que ella misma lo escogiera.
Pero ese fue el día que en el camino se cruzaron con un
mendigo que les pidió de limosna algo de plata, inicialmente lo rechazaron y
siguieron su rumbo, pero de repente Claudia se detuvo en seco y le dijo a su
amiga.
-
¿Si lo viste, Cata...?
-
¡A quien ¡.
Indagó ésta.
-
A aquel mendigo, el que acabamos de pasar...
-
¿Y que con él.?
-
¿Acaso no le viste su rostro, acaso no lo
detallaste todo? ¡Es un hombre guapísimo ¡
-
¡No jodas Claudia!, con todos los hombres que
hemos tenido, y que tenemos a nuestra disposición, el que veas atractivo a ese
pobre diablo, me empiezas a preocupar...
-
Pues preocúpate o no, ese es el regalo de
cumpleaños que yo quiero...
-
¡¿Cómo así?¡
-
Así como lo oyes, no deseo ni cedes, ni regalos
tontos, ni hombres hijos de papi, ni personajes acartonados y aburridos, ni
fiestas iguales a siempre, no quiero estar en los mismos lugares y en los
mismos programas, hoy quiero hacer algo loco, algo que no he hecho nunca en mi
vida..., hay algo, en el fondo de mí, que me dice que debo hacer lo que voy a
hacer.
-
Pues son muchas las cosas que no hemos hecho, y
te aseguro Claudia que ninguna tiene que ver con un menesteroso como ese.
-
¡Pues me importa un bledo que otras cosas no
hayamos hecho, ahora lo único que quiero hacer, ¡es a que sabe tener sexo con
un hombre como ese!
-
¡Por favor!, Claudia, no vayas a cometer
semejante locura, no te comportes como un ser irracional, no seas…
En ese momento Claudia ya no escuchaba
razones ni palabras de nadie distinta a su conciencia, se había dado vuelta y
dirigía sus pasos directamente a donde se encontraba el mendigo aquel.
Éste personaje, al verla, se emocionó sobremanera,
pensando que venían a regalarle algo de dinero, pues ni en sueños imaginaba lo
que entonces le sucedería.
-
Hola, ¿cómo te llamas?
-
¿Yo...?, señorita... yo me llamo Javier.
-
Javier, ¿te gustaría poder bañarte y cambiarte
de ropas?..
-
¿Y eso por qué?, así como estoy, estoy bien, mi
cuerpo huele a lo que huelo, las ropas que uso es todo lo que tengo y bañarme
ahora, créame que me da jartera.
-
Pero si te digo que me gustaría conocerte, estar
contigo, conocerte, como persona, pero en otras circunstancias, o sea, mejor
presentado, limpio, ¿lo harías?
-
No señorita, no lo haría, pues si me conoció
así, ¿porque quiere conocerme de otra manera?, ¿qué hay de malo con lo que
aparento, pobreza?, soy pobre, ¿suciedad?, es aparente pues, ¿qué del hombre no
lo es?
Claudia pareció resignarse ante las
respuestas y razones casi místicas y filosóficas que esgrimía aquel pobre
hombre, pero en su mente seguía machacando la imagen morbosa de ella con aquel
extraño ser, y por alguna extraña obsesión desconsidero aquellos obstáculos, y
volvió a insistir.
-
Javier, ¿te gustaría una apetitosa cena?, ¿qué
te gustaría comer?, ¿algo en especial?
-
Pues sí le puedo ser sincero, de la barriga me
encuentro lleno, pero sí, si me gustaría comerme algo bien especial, pero no es
nada de digerir ni de comer por la boca…
-
¿Qué dices?
-
¿Le puedo ser más sincero y descarnado señorita?
-
¡ Claro ¡
-
A usted señorita…
La respuesta, aunque la sorprendía un poco
pues nunca pensó que una persona como esa pudiera ser tan directa y mordaz,
sobre todo por las condiciones en que vivía, sin embargo, le había desnudado
sus intenciones, sin importar el abismo que existía entre los dos, que era el
mismo que ella estaba tratando de vencer, pero no por razones lógicas sino por una
obsesión enfermiza o casi mística.
Obsesiones permanentes, como estas le
nacían y la envolvían, y ella se dejaba llevar, como cuando le dio por tener
sexo con cinco hombres a la vez, ella sola, una de las pocas veces que actuó
sin la compañía de Catalina como complemento, pues a ésta le pareció, en ese
instante, algo demasiado extremo, pero después, con el tiempo y la práctica, lo
superaría.
O como cuando intento hacerlo con un caballo, y a Dios gracias no pudo, ya que Catalina, que en un comienzo la secundaba en el intento, al ver e imaginar lo que le esperaba a su amiga, terminó soltando a la bestia que asustada salió desbocada del establo donde lo tenían; o cuando con Catalina, decidieron irse a un prostíbulo, en esta ocasión no para hacer sexo con los clientes del mismo, sino con las putas que allí trabajaban; en fin, la lista de obsesiones locas o absurdas, dependiendo del punto de vista de quien las analice, más no para el de ellas, podría ser interminable, como a los trece años, tiempo en que les llego a ambas su primera menstruación, cuando Claudia intento su primera locura al intentar tener sexo con el papá de Catalina, y éste la rechazo tan contundente y violentamente que desde ese instante el odio por él se volvió inversamente proporcional al amor que tuvo con Catalina el resto de su vida.
O como cuando intento hacerlo con un caballo, y a Dios gracias no pudo, ya que Catalina, que en un comienzo la secundaba en el intento, al ver e imaginar lo que le esperaba a su amiga, terminó soltando a la bestia que asustada salió desbocada del establo donde lo tenían; o cuando con Catalina, decidieron irse a un prostíbulo, en esta ocasión no para hacer sexo con los clientes del mismo, sino con las putas que allí trabajaban; en fin, la lista de obsesiones locas o absurdas, dependiendo del punto de vista de quien las analice, más no para el de ellas, podría ser interminable, como a los trece años, tiempo en que les llego a ambas su primera menstruación, cuando Claudia intento su primera locura al intentar tener sexo con el papá de Catalina, y éste la rechazo tan contundente y violentamente que desde ese instante el odio por él se volvió inversamente proporcional al amor que tuvo con Catalina el resto de su vida.
O,
como antes, se me olvidaba el hecho, cuando a los doce años intentaron hacerse
violar por un gigantesco perro pastor alemán, el del vecino del frente, que les
saboteo el intento sin saberlo, cuando hizo entrar al canino a la casa; o como
a los catorce, cuando juntas convencieron y violaron a cuatro asombrados y perplejos
seminaristas, que habían ido al colegio de ellas a catequizar, o cuando a los
quince, igualmente ambas, decidieron probar el arte de la prostitución, estando
por dos meses seguidos, en unas vacaciones largas, en un pueblo olvidado y
abandonado, donde no las conociera nadie, en un prostíbulo de mala muerte.
Fue
precisamente allí donde pudieron tener sexo con todo tipo y calaña de hombres, la
amplia gama iba desde los más pobres y zarrapastrosos, como gamines, basureros,
bulteadores o carretilleros de galerías hasta subempleados, de todos los colores
y razas, individuos con muy pocos recursos económicos, pero con penes de todos
los tamaños, estilos, olores y sabores, quienes eran los típicos personajes que
frecuentaban aquel tipo de antro.
Por eso, cuando cumplieron los 22 años, sus
obsesiones eran cada vez más estrambóticas, más audaces y violentas, tenían que
superar siempre el exceso anterior.
Aunque Catalina seguía ayudando o
secundando a su amiga en todas estas actuaciones, ya empezaba a cansarse de
estos retos ya sin sentido para ella, ya su cuerpo y su mente no resistían
tanto descontrol, el vivir dos vidas paralelas, entre la de la lógica de la
razón y la lógica de las emociones, la
habían llevado hasta este momento de no comprender el sentido de su existencia,
o el sentido de una vida normal, el de la vida placentera, aquella que ahora
creía se le había perdido el mismo día que conoció a Claudia.
Mientras tanto, ésta no claudicaba en sus
intenciones, donde ya le había dado alas a Javier el pordiosero, con el que se
alejaba rápidamente, Catalina no quiso insistir más, por lo que daba la vuelta,
y se iba de allí, viendo de reojo a su amiga alejarse con aquel menesteroso en
busca de motel o algún lugar donde pudieran desfogar la enfermiza obsesión para
ella, o el milagroso premio repentino, para él.
Cuando Catalina llego a casa, con un genio
de los mil demonios, no quiso saber de nada ni de nadie, por lo que se encerró
en su cuarto y allí permaneció hasta bien entrada la noche, hasta cuando le sonó
el teléfono, ya sabía quién era, así que salió en busca de su amiga, quien
afanosamente la llamaba, porque quería contarle todos los pormenores de su loca
aventura.
-
Hola Cata.
-
Que hay.
Le respondió secamente
-
¿Estas como molesta?
-
Hastiada, estoy hasta la coronilla de tantas
locuras, las mías y las tuyas, ya me cansé de todo esto Claudia.
-
¿En serio Cata?, en cambio, yo vengo emocionada
a comentarte lo fabulosa que resulto la aventura, venía a invitarte a
participar, él me está esperando en este momento en el motel, le dije que nos
esperara, que quería que tú lo probaras, vieras su cara, sus ojos, es como si
el pobre estuviera en el cielo, o en el nirvana, o que se yo...
-
En serio Claudia, ¿a eso has venido?
-
Seguro, sabes que siempre ha sido así, siempre
te he compartido lo bueno y lo malo de mí.
-
Pero entonces, ¿porque no me haces caso esta
vez?, por qué no dejamos de hacer estas barbaridades, sabes que te he
acompañado a casi todos tus programas, pero ya este, el de ir a recoger a los
mendigos de la ciudad para saciar placeres sexuales, me parece muy arriesgado,
muy tonto, cuando lo podemos hacer con los mejores miembros de nuestra alta
sociedad, bien parecidos, limpios, que huelen bien y están bien vestidos.
-
¿Y quién te ha dicho que no lo podemos seguir haciendo?,
por mi parte lo que más me gusta de todo esto, es el placer o aberración que
siento cuando imagino a este pobre hombre, que no sabe qué le esta pasando,
pero que se manifiesta en toda la máxima expresión humana, en el tiempo que
llevamos en el motel me ha sacado cuatro polvos maravillosos, en este instante
te puedo asegurar que da su vida por mí, sin límites ni reservas, con una sola
palabra, o con un simple gesto, le estoy cambiando la vida a un ser miserable
pero dispuesto a cambiar, no como todos esos acartonados, estúpidos y falsos
personajes, que son nuestros novios o amantes momentáneos, todos esos imbéciles
que se matan por acostarse con nosotras sin siquiera saber lo que les hemos
tenido reservado, no te miento si te digo que también me encanta ese halo de
maldad que encierra mi actitud. Ellos piensan
que para nosotras es un honor tener sexo con ellos, que son los dueños del
poder y del dinero, pero qué en sí mismos son más miserables que estos otros
pobres diablos, conmigo que se crean sus propias fabulas, que se coman su
orgullo y su honor, que se les caigan los penes, las lenguas, los dedos y todo
aquello que nos meten en nuestras vaginas, pensando que se las tenemos
reservadas solamente para ellos por amor o por deseo, esos estúpidos tipos, quienes se creen que son
los más grandes amantes del mundo, cuando en realidad son peores que los perros,
y lo podemos decir por experiencia propia.
-
Pero Claudia, ¿por qué tanta autodestrucción?, ¿porque
tanto odio?, ¿porque rebajarse tanto para dar escarnio a los otros?, ¿no crees
que sería mejor ignorarlos, pegarles un tiro, o mandarlos a matar?
-
¡De pronto!, pero cuando más placer siento es
cuando imagino a cualquiera de ellos saciándose en mi coño, con la lengua en
máximo furor, con los labios henchidos de chuparme, ensalzándome y alabándome
el olor de mi vagina, sin imaginar que media hora antes me lo había restregado
con un perro, o con un pobre diablo; te juro que eso para mí, es el máximo
placer, es en ese preciso instante, cuando soy consciente de lo que está
pasando, cuando me llega el orgasmo. Yo sé que es algo aberrante, extraño o
enfermizo, pero no voy a cambiar ahora, ni estoy con intenciones de pegarme un
tiro o encerrarme en un manicomio, créeme que prefiero mil veces lo que hago,
al fin de cuentas, siendo atractivas y deseables, siempre tendremos a eso
imbéciles con ganas de nosotras, ninguno de esos miserables sabe lo que hago, ¿o
sí?
-
Pues si lo preguntas por mí, muy bien sabes que
yo sería incapaz, ¿además, no soy yo quien te ha acompañado y secundado las más
de las veces en estas locuras? ¿Qué sentido tendría que lo hiciera ahora?, solo
quiero detenerme, me hastié, no resisto más tanto relajamiento, quiero sentir
algo distinto, algo más puro y limpio, quiero parar.
-
Pues Cata, allá tú, lo que es por mí ya sabes lo
que pienso, de pronto es momento que nos separemos por un tiempo y sigamos
rumbos distintos...
-
¿Porque no te detienes?, ¿ya te curaste de la
infección?, ¿fuiste al final donde el medico?, por favor Claudia recapacita, no
te quiero dejar en estas condiciones, como estas viviendo te vas a morir muy
pronto si no cambias.
-
¿Y porque estas tan segura?
Después de este incidente dejaron de verse
por mucho tiempo, quizás años, Catalina durante este lapso de tiempo se dedicó
a descansar, a curarse mental y físicamente de las diferentes infecciones venéreas
y toda las demás de otra índole, que había adquirido durante tantos años de
exceso, opuesto a lo que le ocurría a Claudia, quien ante más excesos más
saludable se sentía y se veía.
En
Catalina, su actitud con la vida se mistifico de una manera tremenda, al
extremo que empezó a pensar en ingresar a un convento religioso por el resto de
sus días, quería por medio del rezo y la penitencia adquirir la vida de
purificación y la paz interna que tanto perseguía desde que había abandonado a
su amiga.
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Después entrego la segunda parte........