UN
SOÑADOR, MUDO, DESPIERTO Y SOLO
En este mundo, somos muchos los ilusos que vagamos mudos y
sin rumbo por sus estancias, anhelando con ansias que los muros que separan las
verdades humanas de la realidad universal se puedan derrumbar, para que así podamos
descubrir todo lo malo que nos está pasando por vivir en este estilo de sociedad.
Es, desde la distancia y en la soledad del que sueña
despierto, como advertimos que la avaricia de una parte de la humanidad, sin
control y desbocada por saciar la vida en su individualidad, es la que viene desmadrando
el orden natural, pues desde el mismo instante en que un ser humano nace, también
nace en él la idea loca de su soledad; que es una especie de telaraña mental,
como una nata espesa o un velo sucio, aupada por las fuerzas de unos mercados
desbordados, la que al final lo obsesiona por lo material y no le permite ver
con claridad la realidad.
Entonces ocurre algo extraño, cuando nos reconocemos por
primera vez como individuos sociales, y es que desde ese mismo momento nos
creemos inferiores al reto de crecer viviendo en sociedad y optamos por la
soledad personal, transformándonos en los absurdos semidioses que creemos ser, pero
a los que nos han incrustando desde que nacemos, en nuestros subconscientes, la
estúpida creencia que lo malo que hacemos lo resuelve un Dios, aquel ser
superior a nuestros actos, así estos sean estúpidos y sin sentido.
Por eso, ante esta visión de un mundo absurdo, es que busco
por estos conceptos, como buscan otros ilusos, el que seamos muchos los que
dejemos atrás la idea loca de la soledad individual como forma de éxito, estando
seguro de que esa es una de las causas del desastre terrenal, y que empecemos a
soñar en la sociedad del grupo como una manera del triunfo personal.
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