INICIEMOS
UNA GRAN CAMPAÑA CONTRA LOS CORRUPTOS
En un momento histórico para Colombia y a la vez crítico,
como el actual, cuando estamos intentando superar tantos años de violencia insurgente
y de inestabilidad social, no deja de verse patética la actitud de nuestra
clase dirigente en general, la política y la empresarial.
Estos dirigentes, sean de carácter público o privado, vienen
asumiendo abusivamente una posición oportunista con un gobierno al que han
notado débil y extraño, por no decir otra cosa, como irresoluto y ambiguo.
El actual ha sido un gobierno, que para desgracia de la integridad
institucional del país, desde el inicio de sus dos periodos, ha venido jugando “a
dos bandas”, como se dice en el argot billarista, aceptando por un lado la
realidad de un atraso social en el país, promulgando y adoptando políticas de
tinte social y audaces para nuestro entorno conservador y paraco (narco-paramilitares);
como lo han sido el proceso de paz con las guerrillas, la ampliación y el
mantenimiento de ciertos subsidios necesarios para los más necesitados, como igualmente
el gran impulso a la construcción de la infraestructura y a la entrega de
viviendas gratuitas para los más pobres y para la clase media en general.
El problema es que estos cambios los sigue haciendo a través
de caminos oscuros y torcidos, como lo han hecho desde siempre gobiernos
anteriores y como lo seguirán haciendo los futuros, ante la cruda realidad de
una sociedad desunida y débil, abandonada a su suerte, con unos medios de
comunicación que poco colaboran en el desenmascaramiento de la corrupción
rampante, pues por lo general hacen parte de esos mismos grupos, por lo que
pueden seguir haciendo de las suyas, o sea sobornando para que prosperen
ciertos decretos o leyes.
Al mismo tiempo es un gobierno que sigue sosteniendo los
privilegios a los grandes capitales, permitiendo que se cumpla así el malicioso
proverbio popular, el que dice que “la plata llama plata”, proporcionando con
esta actitud pusilánime los medios y canales adecuados con los que se permiten que
sean esas mismas élites políticas y económicas las que se apropien de la mayoría
de empresas estatales, como también de las obras de infraestructura y de los
contratos oficiales.
Ojalá los diarios colombianos, al igual que todos los
medios de comunicación, pudieran ayudar a emprender una gran campaña de visibilización
de los corruptos, para ver si así en las próximas elecciones la sociedad pueda
elegir a los mejores candidatos, para que lleguen a las instituciones que
sostienen nuestra deficiente democracia las mejores personas.
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