EL
RITUAL DE LA FALSA PAZ
La paz
de los sepulcros violados no es igual a los que han sido, sin esfuerzo, blanqueados.
Esta es
una falacia para una falsa paz, pues allí hasta los muertos sufren, pero es la misma
que han buscado arraigar, en nuestras desunidas sociedades, con saña y maña, los
violentos.
La
otra paz, con la que sueña cada individuo, pero que no será posible para todo
el mundo, solo la han podido alcanzar, con bastante esmero, unas cuantas
sociedades.
Es
así, con esta realidad latente de por medio y contando con el tiempo como el único
testigo, como la humanidad, hasta ahora, ha podido confirmar que, en el único lugar
del universo donde podrá vivir en paz, es en aquel en donde logre morir feliz.
Pero mientras
tanto, y con el mismo testigo como juez, hoy podemos reconocer que así es igual
en muchas otras regiones de este sufrido mundo, casi la mayoría para desgracia
del planeta; como en algunas partes de nuestros propios países, donde se han
tenido a los asesinos como amigos.
Y que son,
precisamente allí, donde aún hoy se siembran campos arrasados con semillas
secas, de esas de donde luego brotan y se recogen, por millones, muertos como
frutos frescos.
Para luego,
como en un estúpido ritual, y del que sabemos nunca va a cambiar, por esos muertos
acongojarnos, pero de las acciones que los ocasionan, de esas si, jamás nos
preocupamos.
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