CHARLAS
CON MUERTOS
Un viejo primo muerto, Jorge Canuto, me confirmó la otra
noche, cuando en sueños hablábamos de todo un poco, que, en las cimas de las
montañas más altas, como en el Everest, el Chimborazo, el Aconcagua, o hasta en
el modesto Puracé, ante la escasez de oxígeno, las personas que suben allá
buscando confrontarse, se comportan como idiotas y muchas de ellas incluso se terminan
suicidando.
Sin despedirme de uno y sin saludar al otro, de pronto con
quien conversaba en ese sueño era con el tío Julio, también muerto, el que ahora
me insistía y discutía en el argumento que las personas preocupadas son más
idiotas que un pollo o un marrano a las puertas de la muerte.
Fue entonces cuando me desperté, con la boca aun seca de
tanto hablar dormido, y recordando ese extraño sueño, para regresar a mi
normalidad, o sea, a estar aplastado por la realidad de no tener ingresos
fijos, de no tener un trabajo productivo y de envejecer viendo al tiempo morir,
el que dicen que vale oro, y yo no logro retener.
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