VIVIENDO
DE QUIMERAS
Si solo nos basáramos en las palabras con que se describen
las buenas intenciones de los gobiernos y personas, la realidad del mundo y de
la humanidad serían distintas. Basta con leer cualquier declaración de algún
político, empresario o dirigente para pensar, o creer, que lograron cumplir con
las expectativas de todos, cuando en realidad no han pasado de decir verdades
relativas, o mentiras camufladas con medias verdades, que luego son amparadas con
miles de decretos, normas o leyes, que hoy en día se expiden por montones, como
panfletos para un espectáculo, que después se exhiben en los salones de los congresos
del mundo como grandes logros o trofeos, cuando en la práctica no se aplican ni
se usan.
Esto lo digo después de leer un artículo
que escribe el ministro del Medio Ambiente de Colombia, señor Luis Gilberto
Murillo, quien para llamar la atención y resaltar su gestión hace un recuento
de las decisiones tomadas por el gobierno al que representa en pro de la
protección ambiental, manifestando que hemos llegado a las 24 millones de hectáreas
protegidas, y que al finalizar este gobierno serán 26 millones, cuando cualquiera
que analiza lo que dice sabría deducir que eso que dice no pasa de ser una simple
quimera.
Invito a cualquier colombiano o colombiana a que suban a
los páramos de Colombia, como el del Purace en el Cauca, por ejemplo, o el
mencionado Santurban en Santander, o cualquier otro, para que constaten físicamente
que lo que dice el ministro riñe con la realidad, pues allí en esos páramos, o
en esas millones de hectáreas protegidas, se pueden encontrar todo tipo de
actividades de índole económicas, como agrícolas, ganaderas, mineras, turísticas
y hasta explotaciones industriales utilizando el agua pura de los páramos como
negocio para ser embotellada y vendida.
Menciona este ministro varias acciones desarrolladas por el
gobierno, tendientes a la protección de los páramos, de los parques naturales,
de las reservas y de los recursos naturales en general, recalcando en él la
disminución del promedio de deforestación en el país, a un terrorífico 56%,
como si ello fuera un gran logro, como también comenta la infinidad de reformas
que se han hecho a varias de las instituciones y dependencias encargadas de
velar por la protección del medio ambiente, tratando de exhibir esos esfuerzos como
grandes objetivos alcanzados, matizando con estos hechos que aquí creemos que
con tener solamente la intención es suficiente para que la realidad se concrete,
convirtiendo las expectativas en hechos.
Mientras resumen sus acciones
estos personajes, todas las cuencas hidrográficas de nuestros ríos están
afectadas o arrasadas, con ríos que en invierno se desbordan y arrastran lo
poco que les queda de suelos en sus orillas y que en verano son cauces secos, igualmente,
mientras tanto, nuestras cordilleras y montañas están deforestadas y
erosionadas, nuestras grandes ciudades se debaten o se ahogan en la contaminación,
o están tremendamente polucionadas, con la población en general desorientada y
desanimada, porque más allá de las buenas intenciones que tengamos, si éstas no
van acompañadas de verdad, cada día nos enfrentaremos a sucesos que chocan, por
la calamidad que provocan, con la realidad que vivimos.
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