UN
TRABAJO DE DESGASTE, HACIA LA MUERTE
Con pausa y sin afanes, la coqueta muerte nos visita y nos desviste
cada noche, llega entre sueños eróticos o mundanos, silenciosa, hasta el borde
de nuestras camas, donde ya desnudos y dormidos, simplemente toma nota de cada
despiste que cometimos, o de cada desmadre que provocamos en el día, registrándolos
en el subconsciente de cada quien, para bien o para mal, porque al final de
todo, para ella, el afán depende de cada animal.
Una a una, anota sin contemplaciones las culpas y las faltas
de cada cual, en la libreta de cada quien, en las que contabiliza los errores y
deslices; allí en ellas suma, resta, divide y multiplica los matices de esas
acciones diarias, quitando células o alegrías por montones, para que, finalmente
y mentalmente, cada uno, se resigne a ella, y ya no tengamos objeción a que nos
llegue de repente.
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