ENTRE CIEGOS, EL TUERTO REINA
En el reino
de la razón, las cosas son lo que son, por eso no podemos pretender, aunque los
humanos lo hacemos constantemente, que lo que no es, pueda llegar a ser; algunos
llaman a esta pretensión humana fantasear, creer en cuentos de hadas, crear falacias,
mentirse o hasta soñar, engañándonos para no tener que asumir la realidad, o
como lo planteaba George Orwell, neolenguas, en su famosa obra literaria, 1984,
que ahora está tan en boga nuevamente por la contrarrevolución fascista que se está apoderando, otra vez también,
de un buen número de países, donde el uso y el abuso de adjetivos recambiables
y desechables, dependiendo de la conveniencia del gobierno del momento, es lo
más normal del mundo, aunque lo anterior
simple y llanamente signifique relativizar la realidad, aun sabiendo todos que
ésta, la realidad, va a ser siempre lo que tiene que ser, por más que
maquillemos su contexto con justificaciones asombrosas o con motivaciones
milagrosas, pero que en Colombia la proporcionalidad de estos términos es a
otro precio, pues no se puede olvidar que aquí una de las características
especiales de nuestra dirigencia, siempre ha sido la de no llamar las cosas por
sus nombres o términos reales.
Es así como,
aquí, para no llamar a los asesinatos perpetuados por miembros de las fuerzas
del estado, que son crímenes de estado, los empezamos a denominar “falsos
positivos”; aquí para no llamar a una guerra interna, que con las cifras que ha
dejado de víctimas y afectados, en cualquier otro lugar del planeta a un
conflicto de nuestras proporciones, se le llama guerra, aquí en cambio le
decimos “conflicto interno, con desplazamientos voluntarios”; aquí quien se
denomina políticamente liberal es porque es un ultraconservador, y quien se
considera un conservador es porque en la práctica es un extremista religioso y de
derechas, o los que se llaman pomposamente de un partido del centro democrático
es porque son fascistas.
Nuestra
sinvergüencería ha llegado hasta el extremo, que cuando un gobernante habla de investigaciones
exhaustivas, para averiguar un caso de corrupción, por ejemplo, eso significa precisamente
que no la habrá.
Recordando y parodiando las máximas del libro 1984,
de Orwell, que dicen que “la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud y
la ignorancia es la fuerza”, no exagero si digo que la mitomanía en Colombia es
de tal proporción, que se puede deber a una distrofia patológica, la que no nos
deja analizar correctamente la realidad, ni ver la verdad donde está.
En esta locura en que vivimos, entonces no es descabellado
pensar que para solucionar la navegabilidad de un rio, creamos que lo correcto
es dragarle su cauce en vez de
reforestarle sus cuencas hidrográficas; ante las deficiencias del transporte pesado
y la baja capacidad de movimiento de carga, suponemos que las alternativas son
más camiones para que se desplacen por las mismas escasas vías, en vez de
invertir en el tren; ante el secamiento de todas las fuentes de agua dulce, la
solución son más fuentes de explotación de las mismas; a mayor corrupción entonces
más comisiones de investigación que no concluyen en nada; o terminamos queriendo
poner en práctica axiomas tan inhumanos como que la pobreza se combate con represión,
o que una buena autoridad es la que más miente.
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