UNA MARIPOSA Y UN
MILAGRO
Hoy, que soy
el hombre más feliz del mundo contigo, te quiero confesar un secreto, que te tenía
oculto y olvidado, y fue lo que me aconteció ese soleado día de abril, primoroso
y lejano, cuando nos conocimos, de sorpresa, o eso fue lo que creíste hasta
ahora.
Y es
que ese día, fue muy especial para mí, pues fue el día en que sucedió el
milagro, el que hasta ahora te mantenía escondido, y es que este aconteció cuando
me topé sin querer con una linda mariposa, hermosa y vagarosa, que volaba de
rosa en rosa sin prestarme ninguna atención, a la que de todas formas le formule
una pregunta, como quien la hace al aire, aburrido y con desasosiego, no esperando
respuesta alguna; si ella sabía de una bella mujer solitaria, a la que pudiera
amar sin reservas, pues estaba con el alma compungida, con una pena tan grande,
que requería de ese amor y una alegre compañía para poder sentirme mejor.
Entonces, para sorpresa mía, además de mi
confusión, esa mariposa me respondió, diciéndome que hacía tiempo había
conocido a esa mujer, la que esperaba desde hacía mucho tiempo también al
hombre de sus sueños, ese al que pudiera amar y entregarle sin temor su corazón,
que, de tanta espera, se le deshacía de pasión.
Asustado le
pregunte, como quien también pregunta sin creer, ¿quién podría ser esa mujer?,
porque le dije, “puede ser esa la amada, la que tanto he estado buscado con
ahínco y poca suerte”.
Fue allí, que incrédulo con lo
que me ocurría, vi el momento portentoso, el que he denominado milagroso, pues
fue justo después de este precioso instante, cuando preciso la mariposa se posó
en el tronco de esa rosa, y también fue exactamente después cuándo apareciste, y
todo sucedió como aparecía en mis sueños más recónditos, eso fue lo extraño y poderoso,
y es allí cuando lo he llamado un suceso milagroso, ya que fue el instante en que
se amalgamó, con tu aparición, la realidad que soñaba, con la que buscaba
realizar los sueños más absurdos.
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