UN SORDOMUDO Y UN CIEGO EN EL INFIERNO HUMANO
¿Cuánto hay de cierto en el intento sencillo y personal de
entender al universo, o cuan inciertas son las maneras de ser cuerdos en este
mundo, cuando estamos rodeados, por todos lados, de imbéciles recuerdos?, esas
fueron las preguntas con que se inició la charla entre un sordomudo y un ciego,
tan pronto estos llegaron, al mismo tiempo, al infierno, sin saber por qué.
No entendieron, en ese momento, por
qué en las manos de uno estaban los ojos del otro, mientras que, con la
imaginación, ambos, desencadenaban razones confusas e ideas borrosas para poder
dilucidar, en ese instante, y en ese intento, quien era quien o cual no era; porque
es allí, en ese lugar inventado por algunos, donde las personas, como ellos, pueden
ser sin saber, y lo son para desgracia de los demás, espantos vivientes.
Es un sitio donde sin querer se da el
encuentro de los mundos solitarios con las imágenes colectivas de este mundo
loco, es el nicho donde nace la confusión que nos embarga como raza, tanto es
así, que de ese dialogo entre el ciego y el sordo, nació después la melodía, desentonada
y fofa, que se escucha hoy hasta en los confines del espacio, ese espacio muerto donde
hoy en día los humanos aprendimos a enterrar nuestros huesos o los quemamos por
costumbres primitivas, convirtiendo en simples cenizas los recuerdos de los que
pasaron antes que nosotros, sin prestarle
atención ni darle importancia a esas experiencias ajenas, muy distintas a las
actuales vivencias, donde con terror nadie es importante y con horror sabemos
que no somos trascendentes.
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