NUESTRO TALIBANES INTERNOS SON OTROS
Hace poco la supuesta
muy sesuda y ponderada política del Centro Democrático, María Fernanda Cabal,
señalaba y acusaba a los movimientos progresistas colombianos como la versión local
de los talibanes, sentencia personal que obliga a retrotraernos en el tiempo
para analizar esos comentarios, intentando inferir y poder descubrir, a partir
de ellos, si puede tener razón, y estar en lo cierto, o sí por el contrario,
está intentando desviar la atención de quienes tragan fácilmente entero todo
tipo de aseveraciones que se dicen a granel, sobre todo por aquellos que
pertenecen a los partidos políticos que siguen y acompañan los postulados del
muy poco ecuánime, neutral, centrado y sin tachas éticas ni morales, el expresidente
Álvaro Uribe, además de un grueso porcentaje de nuestra población, quienes
hastiados de tanta violencia, física y verbal, proveniente desde todos los
lados y espectros de nuestra realidad interna, aspiran a creer y confiar en cualquiera
que diga tener la solución a todos nuestros problemas, aunque sea por medio de
la mano dura y la represión, como si fueran estas las mejores medidas para
alcanzar algún grado de control social dentro de un país descuadernado y en
permanente caos, en poder de una aberrante corrupción, exacerbadas, el caos y
la corrupción, por unas clases dirigentes, políticas, industriales, religiosas y
económicas, que no encuentran contención por parte de las sociedades en general,
que se hallan totalmente sumisas y sometidas.
De allí que sea demasiado
importante traer a colación, con hechos, las argumentaciones que desmientan
esas aseveraciones sin sustento, que esa dirigente lanzó para expiar sus propias
culpas, y de ese modo esparcir los excrementos que no se cansan de lanzar esos
dirigentes y sus movimientos políticos, como aquel al que ella pertenece,
intentando vehemente culpar a otros, con todo tipo de mentiras, sobre lo que en
realidad viene ocurriendo en Colombia, aunque realmente viene sucediendo desde hace
mucho tiempo, no se puede soslayar que principalmente ocurre desde el mismo
momento en que el narcotráfico, y la guerra internacionalmente emprendida
contra él, logró cooptar a nuestro Estado y a todas sus instituciones, un hecho
que es actualmente incuestionable e incontrovertible, y al mismo tiempo más
visible que nunca antes, teniendo en ese tipo de políticos los mayores adalides
de una toma total, como estrategia económica y social, partiendo de gobiernos
mimetizados entre una escuálida legalidad, pero dando visos evidentes de su
podredumbre y de los manejos delincuenciales, en todas las estructuras del
Estado colombiano.
El mismo hecho que las
distintas sociedades colombianas hayan sido incapaces de reaccionar unidas para
atajar estas acciones vandálicas no significa que ese tipo de comentarios
tengan algún grado de veracidad, aunque hoy sea incuestionable que han podido
hacer mella en la idiosincrasia nacional, al extremo que las mayorías
permanecen desunidas e indiferente ante ellas, y al hacerlo se está permitiendo
cierto grado de aceptación hacia ellas, sin embargo, los verdaderos talibanes
internos son ellos mismos, liderados por dirigentes relacionados y hasta provenientes
directamente de negocios que tienen que ver con el tráfico de drogas, como
ocurre con los talibanes en Afganistán, igualmente con el robo y la apropiación
de tierras, con la misoginia y con el ataque y rechazo de comunidades minoritarias
y diferentes.
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