EL TIEMPO NO ENCUENTRA ESPACIO ENTRE NUESTRAS
INTENCIONES
Tensando los cables invisibles e intangibles,
con los que se pretende internamente equilibrar en nuestras
vidas las intenciones,
se encuentran escondidas fuerzas oscuras,
despreciables y difusas,
justificando, a través de ellas, las malas
decisiones que tomamos cada día,
primero al despertar llenos de odio contra todo lo
que consideramos enemigo,
y al final al querer dormir plácidos sobre el nicho
de los impulsos personales,
esquivando las responsabilidades usuales y
esenciales,
por lo tanto, quedando soportadas en los hombros de
los ilusos e impotentes,
permitiéndose, cada quien, ser feliz sin tomar en
cuenta a todos los demás.
Creyendo que no existe nada, ni nadie, que pueda juzgar las injusticias sociales,
que continuamente cometemos, suponemos dominar al
espacio en que existimos,
el cual tiene conciencia propia de nuestras frecuentes
inconsistencias,
acortando la distancia que queda entre el tiempo
que suponemos transformar
y la realidad plasmada por medio de nuestras
actividades,
haciendo del paisaje comunal un escenario
aterrador,
en cuanto que en él la materia general se comprime hasta
la nada,
dejando vacía nuestra intención, que sin sentido
común se multiplica.
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