LA
EXTRAÑA HISTORIA DEL OBISPO Y DE UNA MUJER
Compungida, cierto día, una mujer enloquecida se suicidó degollándose
a las puertas de una catedral; confundidas y asustadas, las gentes de alrededor
se acercaban aterradas para ver ese cuerpo sin vida, que, en aquel charco de
sangre, aún caliente y tembloroso, era la viva imagen de lo que puede ser, en
los humanos, el máximo sentimiento de dolor.
En los ojos abiertos, enrojecidos por llorar, a la mujer se le notaba la angustia que sintió antes de explotar; y en sus manos crispadas y ensangrentadas sostenía todavía el puñal.
Ante tremendo escenario un alboroto se formó, la algarabía llegó a los oídos del obispo, quien, caminando como un pavo enardecido se tomó su tiempo en llegar hasta el inerte cuerpo de aquella mujer, a la que terminó repudiando por lo que acababa de hacer.
Entonces, un murmullo se escuchó, ya que la gente con rabia, al ver a actuar a ese obispo tan cinicamente, rechazaban su actuación y con palabras soeces repudiaban su posición.
Éste, quiso protestar y hacer valer su condición de curador de almas, pero aquella gente ya no opinaba lo mismo, y de entre esa multitud surgió una mano, que, tomando el puñal asesino, lo clavó en la panza del insensato obispo.
Cuando las autoridades llegaron, para imponer el orden, solo encontraron los cuerpos sangrantes y a ningún testigo, preguntaron y nadie respondió, por lo que, con el tiempo, el caso se cerró cómo un asunto de amoríos.
Porque después dijeron, para
justificar esta versión, que una persona se les había acercado para reportar
que entre las victimas había habido una relación, sin embargo, entre la gente que
estuvo presente aún se siente el sentimiento de culpa por lo que sucedió, sin
que aún se tenga presente de quien era la mano que lo ocasionó.
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