BUSCANDO
EL CIELO
Aunque no creo en ningún Dios, tengo que admitir que a
veces, a ellos, les ruego por dinero, porque en esta vida material, sin él, me
muero.
Es maldita una situación como la nuestra, ya que es generadora
de compromisos morales sobre la base de delitos generales.
Es creadora de teorías inspiradoras, con argumentos superiores
para algunos, pero con unas éticas depredadoras y asesinas para todos.
Es iniciadora de desastres mortales, pero a la vez motivadora
de supremos pensamientos, como estos, donde debemos conspirar hasta contra la
verdad, y nos toca entonces aceptar que también hacemos parte de lo que está
mal.
Porque la realidad es simplemente un elemento
circunstancial para cada ser, donde somos fichas de un tablero individual en el
que nuestras vidas son dinero, y que son otros, como nosotros, y no los Dioses,
quienes deciden los premios que tenemos.
O sea, que al final, estamos aceptando que los destinos de
todos sigan siendo jugados en un juego elemental, con la muerte, física y mental,
como objetivo y premio, y con los Dioses haciendo de comodines, para consuelo
de nuestros peores sueños, que ahora hacen parte de los de una humanidad
envilecida por la sed del dinero, donde solo algunos pocos llegan a un cielo.
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