Es evidente que, en el mundo de hoy, las minorías están viviendo
una situación de extremos preocupantes, al encontrarse en una confrontación
permanente entre ellas y con las mayorías, por exceso de razones absurdas o por
defecto de motivos valederos, contra la realidad de una humanidad que ahora se
cree más civilizada que antaño, pero en donde, esta errónea apreciación, no ha
sido suficiente para detener las injusticias que algunos promueven, y que parecían,
hasta hace un tiempo, estar bajo control y hasta en tendencia de mejorarse, pero
que últimamente han vuelto a manifestarse y multiplicarse por todas partes.
Por un lado, ciertas minorías poderosas están destrozando a
los partidos políticos, agobiados por los malos manejos y la corrupción, con la
esperanza que sin ellos puedan imponer sus postulados, por lo general de extremismos
de derecha, por lo que han logrado que ahora todo lo que parezca liberal o
progresista sea tildado de montonero o comunista, siendo liderados, estos, por
adalides violentos que generan fanatismos entre sus huestes, pero rechazos y
temores entre sus adversarios, que no por eso deben verse ni tildarse como
enemigos.
En el otro extremo, está la dura realidad del resto de las demás
minorías, desde las étnicas, sexuales, hasta las religiosas, que se debaten en
la miseria y en el terror, sin que el conocimiento, y la capacidad de
raciocinio, adquiridos por la humanidad después de tantas buenas y malas
experiencias, logren explicar o controlar sus efectos perniciosos.
¿Cómo lograr aglutinar a las mayorías, en contra de estas
tendencias peligrosas y perniciosas para el mundo?, esa es la pregunta que nace
de esta absurda situación, ya qué, aunque se suponga que el sentido común y la lógica
primen en las grandes mayorías, sobre los análisis de los factores que producen
los hechos que las afectan; en cuanto a la resolución de los mismos, éstos no
se rigen por el sentido común ni por la lógica de esas mayorías, si no por los
beneficios que le deparan a ciertas minorías, quienes, mientras ostentan el
poder, las aplican a rajatabla, así sea en contra de la realidad de los millones
de desposeídos, o de la verdad que se desprende después de tantas injusticias.
El resultado final, a esta incapacidad de unión general de
la humanidad, es la actual moda de poder decir tantas mentiras, como si fueran asuntos
inofensivos, y sin tener temor a las consecuencias ni a recibir ningún castigo por
hacer vivir tan mal a las mayorías.
¡Y lo que es peor, sin ninguna consecuencia ni reacción de
éstas!
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