INUNDADOS DE MENTIRAS FLORECEMOS EN EL ENGAÑO
Tal cual fueran gotas de lluvia
en una inundación, cayendo sobre un desierto de almas penitentes,
las mentiras que emanan, y que a
borbotones salen de las bocas de los indecentes,
humedecen e irrigan las ideas de
una especie indiferente hacia ellas,
para que después florezcan en las
conciencias personales,
como si hubieran sido sembradas en
campos o en jardines de inconsciencia,
haciendo creernos diferentes a todas
las demás especies,
por más que nuestras acciones nos
demuestren que poseemos conceptos de dementes,
comportándonos de manera inclemente,
mientras vamos truncando, con nuestra inaudita violencia,
al mismo árbol de la vida, talándole
las ramas con que la evolución nos unía al resto de la creación.
Por eso nos hemos inventado a los
dioses, pues con ellos podemos darle razón a las mentiras que nuestros oídos oyen,
haciendo que, el sinsentido de
nuestros actos, adquiera forma en las ideas del engaño,
con las que deforman a la única verdad,
aquella que proviene de la fuente universal,
la misma que nos conduce hasta la evidencia que
demuestra
que somos parte de la misma materia
que compone a todas las demás especies.
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